Análisis

El futuro de la longevidad en Ecuador

¿Vivir más y mejor?

Elaborado por: Jorge Brito, Socio líder de Industria de la Cuidados de la Vida y Ciencias de la Salud, Deloitte Spanish Latin America, Marketplace Región Andina

Los hechos y estudios intercensales demuestran que la esperanza de vida se eleva en Ecuador año a año. En 2018, la subió a 76.8 años, ese año la de las mujeres fue de 79.65 años, mayor que la de los hombres, que fue de 74.06 años. En los siguientes treinta años, estudios del Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía CELADE y del INEC, estiman que se alcanzará los 82.3 años, una cifra que resulta incluso mayor a la observada ahora en naciones más desarrolladas (estimada en 80.9 años) (Naciones Unidas, 2019). Actualmente en Ecuador, el 6,5% de la población es adulta mayor, en donde el 50% de esta vive en extrema pobreza. (MIES 2019) 

Al igual que en muchos países, simultáneamente irá disminuyendo el ritmo de crecimiento poblacional y la proporción de personas de más de 60 años de edad continuará en aumento. Actualmente, se encuentran en ese rango de edades solo 11%, pero alcanzarán un 21% en el transcurso de los siguientes 30 años. A este ritmo, Ecuador se convertirá en una sociedad envejecida para el año 2065, es decir, el grupo de personas de más de 60 años sería el mayoritario en el país.

No obstante, es evidente que nos queda mucho camino por recorrer en materia de reducción de la mortalidad. Así, estimaciones elaboradas por el CELADE muestran que, si bien la esperanza de vida ecuatoriana está por encima del promedio latinoamericano, es todavía menor a la calculada para Chile, Uruguay, Argentina, Costa Rica, Cuba, México y Panamá.

Asimismo, estudios del INEC, ponen en evidencia que 41% de las muertes de mayores de cinco años de edad pudieron ser evitadas mediante la aplicación de medidas médico-sanitarias.

Si bien el panorama se puede percibir como una buena noticia, debido al incremento de la esperanza de vida que, según la Organización Mundial de la Salud, se ha prolongado de 67 años (en el 2000) a 73 (en el 2019), también revela un complicado desafío: la mayoría de los adultos mayores no tiene buena salud durante, cuando menos, sus últimos 10 años de vida, como lo demuestra el estudio The Future of Aging de Deloitte, que explica que el tiempo de vida en el que se goza de buena salud se ha detenido en 63 años.

Nuestro país enfrenta grandes desafíos para garantizar la salud de las personas en edad de jubilación (65 años para hombres y 60 años para mujeres), por lo que será aconsejable que transformemos los productos y servicios del ecosistema de salud pública y privada mediante una cultura enfocada en la prevención y mantenimiento del bienestar, aprovechamiento de tecnologías de última generación y atención psicológica.

Aunque hoy existen avances tecnológicos y científicos en el sector salud enfocados a reducir el impacto del envejecimiento (tendencia conocida como "la industria de la longevidad 1.0"), no todos han podido adoptarlos, debido a que algunos adultos mayores se encuentran en situación de pobreza y no pueden adquirirlos. De acuerdo con el informe Health Financing and Financial Protection in the Americas 2017, de la OMS, 30% de los habitantes de Latinoamérica no pueden disfrutar de atención médica por motivos financieros.

Otro factor es la falta de las inversiones para facilitar a los adultos mayores el acceso a los servicios de salud. Si uno, por ejemplo, utiliza silla de ruedas y está asignado a un centro público de salud a lejano a su residencia, para acudir a su cita médica, posiblemente tendrá que enfrentarse a los inconvenientes de clínicas, medios de transporte y viviendas que no fueron diseñados pensando en su situación y que no cuentan con elevadores, rampas y otros elementos imprescindibles para facilitar su movilidad. Asimismo, la falta de regulaciones y estándares han permitido que ciertas casas se hayan adaptado como guarderías y centros de cuidado de adultos mayores sin que tengan todas las facilidades especializadas para el efecto.

Ante este escenario, será relevante avanzar en el rediseño y regulación de la atención médica para los adultos mayores, a fin de que, en los próximos años, no solamente se extienda la esperanza de vida, sino que se brinden soluciones personalizadas y holísticas, garantizando a estas personas un bienestar físico, mental, social, emocional y financiero.

En abril de 2019, se emitió la Ley Orgánica de las Personas Adultas Mayores, con el objeto de promover, regular y garantizar la plena vigencia, difusión y ejercicio de los derechos específicos de estas personas, en el marco del principio de atención prioritaria y especializada, expresados en la Constitución de la República, instrumentos internacionales de derechos humanos y leyes conexas, con enfoque de género, movilidad humana, generacional e intercultural. Esta ley garantiza la protección integral que el Estado, la sociedad y la familia deben dotar a las personas adultas mayores, con el propósito de lograr el efectivo goce de sus derechos, deberes y responsabilidades; tendrán el derecho de acceder a los recursos y oportunidades laborales, económicas, políticas, educativas, culturales, espirituales y recreativas, así como al perfeccionamiento de sus habilidades, competencias y potencialidades, para alcanzar su desarrollo personal y comunitario que le permitan fomentar su autonomía personal. Para asegurar el derecho a una vida digna, a todas las personas adultas mayores se les asegurará el cuidado y protección de sus familiares, para lo cual, en caso de no existir consenso entre los obligados, el juez de familia, mujer, niñez y adolescencia dispondrá su custodia y regulará las visitas. En todos los casos se respetará la opinión de la persona adulta mayor, cuando esté en capacidad de emitirla. En este contexto, nuestra legislación resalta la corresponsabilidad de la sociedad y las familias con este segmento poblacional.

La prevención, clave en los esquemas de retiro

La mayor parte de los sistemas de jubilación de América Latina opera mediante la aportación de los ingresos de los ciudadanos para su vejez, quienes se retiran, en promedio, a una edad entre 60 y 65 años1. Sin embargo, ante un escenario en el que la longevidad de las personas es cada vez mayor, será fundamental tener presente que sus fondos para el retiro deberán rendir más tiempo, y tomar en consideración, de igual forma, que durante esa etapa el costo de los tratamientos médicos se eleva.

En ese sentido, un posible camino a seguir es el enfoque médico y de atención a la salud, impulsando la promoción de una cultura preventiva, la cual, a través de buenos hábitos alimenticios, actividad física y revisiones frecuentes, permita extender los años de bienestar físico y mental de la población.

Al aumentar el tiempo de buena salud de los adultos mayores, por medio de la prevención, ellos podrían jubilarse a una edad mayor y tener ingresos adicionales a sus fondos de retiro. Por ello, sería conveniente que las organizaciones evalúen la posibilidad de extender opcionalmente la productividad de los profesionales, adoptando esquemas híbridos de trabajo que disminuyan el desgaste corporal de los traslados del hogar a la oficina y viceversa, y transmitiendo a su personal senior y sus adultos mayores nuevos objetivos y de esta manera reconocer la importancia de sus funciones a nivel colectivo de las organizaciones y sus comunidades.

[1]Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). Los sistemas de pensiones en la encrucijada, desafíos para la sostenibilidad de América Latina (2019).

Hogares inteligentes para adultos mayores

Debido a que las personas de 65 años y más suelen requerir una mayor atención médica, así como tiempos de reposo en sus lugares de residencia, en los próximos años necesitaremos que las viviendas y los centros de salud migren hacia un esquema "inteligente" que satisfaga estas necesidades, respaldado por avances tecnológicos asequibles.

Por ejemplo, en el caso de los hogares, los prestadores de servicios de emergencia, de salud y las familias podrían ser capaces de proteger la vida de los adultos mayores, mediante sensores que permitan medir la temperatura corporal, así como detectar el humo, las fugas de gas y las caídas de las personas. Incluso, gracias a la tecnología, podría ser común el uso de "espejos inteligentes" que identifiquen enfermedades de sus propietarios en etapas tempranas y agenden consultas con especialistas.

En cuanto al bienestar financiero, este sector de la población podría beneficiarse de la sharing economy (economía compartida), un modelo basado en la adquisición, proveeduría o intercambio de bienes o servicios a través de plataformas digitales. Así, los adultos mayores que hayan adquirido una vivienda en sus años productivos podrían rentarla o compartirla con otras personas (millennials y generación Z o subsiguientes) a fin de obtener ingresos adicionales e interacción social.

Con respecto a los centros de atención médica, será necesario que evolucionen, implementando herramientas y dispositivos tecnológicos que ofrezcan un mejor servicio a los pacientes; y, también, a través de programas de vinculación con comunidades virtuales que den seguimiento a los tratamientos y atiendan el bienestar psicológico y mental de los usuarios, permitiéndoles reinsertarse a la sociedad, re comunicarse y tener interacciones humanas valiosas, sin importar la edad.

La salud mental, el objetivo a futuro

Los sistemas de salud de Latinoamérica aún enfrentan enormes retos para atender a personas mayores que viven con enfermedades particularmente desafiantes, como cáncer, SIDA, Alzheimer o la diabetes.

Sin embargo, es probable que, en una década, los avances científicos permitan reducir el impacto de estos padecimientos y el sector se vea obligado a cambiar su enfoque y a atender otras enfermedades igualmente peligrosas para la salud de la población: las mentales.

En adultos mayores, este tema toma especial relevancia debido a que, generalmente, son personas que han perdido a seres queridos y corren el riesgo de estar solas. Por esta razón, como recomienda la Organización Mundial de la Salud, la salud mental de los pacientes tendrá que ser procurada, en el futuro, a través de una mayor atención psicológica, terapias de diálogo y el mantenimiento y recuperación de las actividades sociales1.

El nuevo ciclo de vida demográfico que permite la supervivencia hasta edades de 85, 90, o incluso más allá, junto con la reducción del número de hijos a dos o menos, nos está conduciendo hacia una revolución en el envejecimiento alrededor del mundo. El grupo de población de 60 años y más, es el de mayor crecimiento en Ecuador y se convertirá en el grupo más numeroso hacia el año 2065. Los patrones económicos de este grupo específico tendrán mucha mayor influencia en la economía en su conjunto. Cuando las personas en este grupo pasen a retiro, el tipo de financiamiento que adopten para ello, ya sea a través de ahorros acumulados durante su vida productiva o a través de programas con fondos públicos de pensiones, será fundamental, no sólo para su bienestar particular, sino para el de toda la sociedad.

El envejecimiento también involucra una serie de retos que surgirán en las siguientes décadas y que requieren esfuerzos comunes de diferentes sectores de la sociedad. El principal de ellos podría ser la reducción de la desigualdad, ya que esta se encuentra estrechamente entrelazada con el envejecimiento.

Ante todo, tengamos presente que la Constitución de la República del Ecuador, aprobada en el 2008, reconoce el derecho a un hábitat seguro y saludable, a una vivienda adecuada y digna y al disfrute pleno de la ciudad y sus espacios públicos bajo los principios de sustentabilidad, inclusión, equidad y democracia. En este ámbito, la inclusión de adultos mayores no puede ser ignorada.

En conclusión, existen diversas áreas de oportunidad para mejorar la calidad de vida de este segmento de la población ecuatoriana, dependerá del fortalecimiento de una cultura de la prevención para el retiro, del desarrollo de soluciones tecnológicas a la altura de las necesidades humanas en la vejez y de los esfuerzos para brindar atención a las enfermedades mentales, qué tanto avanzaremos para garantizar que los adultos mayores en nuestro país no solo vivan más, sino mejor.

[1]Organización Mundial de la Salud. “Trastornos mentales” (2019)

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