Tecnología contra el fraude y la corrupción

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Tecnología contra el fraude y la corrupción

La tecnología ha sido siempre la amiga-enemiga de la lucha contra el fraude. En los próximos años, gracias a la tecnología podremos realizar una investigación continua de situaciones fraudulentas y corruptas dentro de las organizaciones.

Artículo de opinión escrito por Jorge Lledías, socio de Financial Advisory.

Nos encontramos sin duda ante un cambio enormemente relevante en la manera de hacer las cosas, desde las más sencillas y rutinarias hasta las más complejas y con mayor impacto en el ser humano, habiendo incluso quien dice que seremos capaces de alcanzar la inmortalidad en el año 2045.

En mi opinión, todavía es pronto para poder hablar del inicio de una nueva era en la historia de la humanidad, la era Digital, pero sin duda todas las organizaciones y todos nosotros necesitamos embarcarnos en lo que significa la transformación digital, término tan de moda últimamente y con un gran contenido de fondo.

Llevando lo anterior a algo más tangible como la lucha contra el fraude y la corrupción, la misma se hace imprescindible tanto por lo que significa en términos económicos y reputacionales para las organizaciones y países que lo sufren, como por la importancia social que tiene actualmente con tolerancia cero por parte de los ciudadanos. En este sentido, el uso avanzado de la tecnología se hace imprescindible tanto por las capacidades tecnológicas que tienen aquellos que cometen dichas malas prácticas como por lo que puede facilitar la lucha contra las mismas.

La tecnología ha sido siempre la amiga-enemiga de la lucha contra el fraude. Lejos quedan ya los tiempos en que se explicaba la teoría del triángulo del fraude como la conjunción de la oportunidad, la necesidad y la justificación ante cualquier hecho fraudulento. Dicha teoría del triángulo del fraude ha evolucionado hacia la teoría del diamante del fraude, que une a los elementos anteriores el de la capacidad. Y actualmente, dicha capacidad, técnica e intelectual, se concentra principalmente en las capacidades tecnológicas tanto para cometer actos corruptos en un mundo cada vez más tecnificado como para tratar de evitar ser descubierto por aquellos profesionales que han hecho de las herramientas tecnológicas su principal arma de investigación.

De ahí que la tecnología se convierta en la herramienta más eficaz en la lucha contra el fraude y la corrupción. Y en el contexto actual, que como decíamos al principio, evoluciona con crecimientos exponenciales en relación con lo que es capaz de hacer el ser humano con el uso de la tecnología, la aplicación de técnicas de robotics, de técnicas de analytics e incluso, en un futuro ya muy cercano, la aplicación de la inteligencia artificial, deberá llevar a que aquellas organizaciones que realmente se lo propongan puedan monitorizar en tiempo real toda la información existente en la misma así como todas las comunicaciones que se produzcan al objeto de detectar situaciones no deseadas.

Llegaremos así a lo que podríamos denominar “investigación continua” de situaciones fraudulentas y corruptas en el seno de las organizaciones. Una plataforma que reúna toda la información existente en una organización (contable, financiera, comercial, de productos, de I+D, comunicaciones internas y externas, etc.) y que mediante técnicas de big data o analytics identifique alertas predeterminadas pero que puedan modificarse según vayan “aprendiendo” a través de la inteligencia artificial, es algo que veremos en muy pocos años en funcionamiento.

Si, además, la propia plataforma es capaz de realizar una copia forense de toda la información relacionada con las citadas alertas, garantizando la cadena de custodia y quedando dicha copia forense a disposición de los asesores legales de la organización, o incluso de las autoridades competentes, ya tenemos el círculo cerrado, con toda la información adecuadamente monitorizada y la investigación de lo ocurrido prácticamente finalizada.

En definitiva, unas adecuadas prácticas de buen gobierno junto al buen uso de la tecnología, debería de favorecer la lucha contra el fraude y la corrupción, sin olvidar claro está, que las conductas fraudulentas no son accidentales, sino que son premeditadas y con objeto de buscar un beneficio determinado, por lo que es necesario una monitorización permanente y una actualización continuada de las mejores prácticas y del uso de las herramientas tecnológicas más apropiadas.

Como ya sabemos, “lo malos” siempre van por delante y es nuestra obligación como ciudadanos poner todos los medios a nuestro alcance para dificultar su actuación y, en caso de no poder evitarlo, que no quede impune, lo que favorecerá sin duda la existencia de una sociedad más justa y menos corrupta.

Este artículo se publicó en Cinco Días el 1 de noviembre de 2017

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