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¿Es necesario reindustrializar España?

Se plantea la paradoja de que, pese a no existir una relación obvia entre industrialización y generación de riqueza y aun existiendo cuestiones relevantes en contra de la formulación de políticas verticales, existe un consenso sobre la necesidad de reindustrializar España.

Si comparamos el peso del sector industrial sobre el PIB y la generación de riqueza de todas las economías del mundo en 2013, lo cierto es que no se observa ninguna correlación entre un peso elevado de la industria y una mayor capacidad de generación de riqueza. Del mismo modo, desde una perspectiva temporal, durante el periodo 2004-2014 el PIB per cápita creció en España un 27% mientras que el peso de la industria se redujo 6,2 puntos porcentuales.

Por otra parte, partiendo de una hipotética neutralidad sectorial de la política económica, una apuesta decidida por la reindustrialización presenta algunos problemas. Durante las últimas décadas, los gobiernos de los países desarrollados han adoptado políticas económicas en su mayor parte horizontales (desarrollo de infraestructuras, incentivos para la inversión y desarrollo del capital humano), evitando por tanto beneficiar determinados sectores frente a otros. Existen, por el contrario, razones para favorecer la implantación de políticas verticales. Siguiendo a Krugman y Obstfeld (Krugman y Obstfeld 1995), estas se pueden clasificar en argumentos populares (fomento de las industrias con elevado valor añadido por trabajador, fomento de industrias con potencial de crecimiento futuro o respuesta a políticas verticales de otros países) y sofisticados (potenciar industrias que generan tecnología y otras externalidades que pueden favorecer a la economía en general o proteger industrias desde una perspectiva estratégica del comercio internacional). Si bien tanto unos como otros generan algunas cuestiones desde la teoría económica, en el contexto post crisis de España, se podía considerar la formulación de políticas verticales de apoyo al desarrollo de la industria.

Por otra parte, tal y como razonan Ciurak y Curtis (Ciurak y Curtis, Junio 2013), perseguir únicamente políticas horizontales tampoco garantiza exactamente la neutralidad puesto que, por ejemplo, una política de impulso del l+D beneficiará especialmente, a aquellos subsectores más intensivos en l+D.

En el caso específico de las políticas para el incremento de la relevancia del sector industrial, los argumentos se concretan en tres ámbitos:

- Beneficios para otros sectores económicos. Dado el efecto arrastre de la industria sobre el resto de sectores, beneficiar al sector industrial tendría un efecto positivo sobre la economía general más allá del propio sector industrial. Esto es especialmente relevante en el caso del sector servicios.

- Menor ciclicidad y exposición a las crisis financieras. Las economías donde el peso del sector industrial en el PIB es mayor, como por ejemplo Alemania, presentan una mayor estabilidad en el empleo y resistencia a las crisis económicas.

- Externalidades positivas del sector industrial. Dada la intensidad de actividad en I+D en el sector industrial (Kroker, 2013) y su impacto en la mejora de las exportaciones, el impulso del sector industrial genera impactos positivos en la competitividad general de la economía.

En el caso español, la apuesta por incrementar el peso de la industria es clara y decidida por parte de las Administraciones nacional y europea. Empezando por esta última, el objetivo de la Comisión es contundente: elevar el peso de la industria en el PIB hasta un 20% para el año 2020. Por lo que respecta a España, el Ministerio de Industria, Energía y Turismo hizo suyos igualmente estos objetivos, partiendo del actual 16%.  Se plantea la paradoja de que, pese a no existir una relación obvia entre industrialización y generación de riqueza y aun existiendo cuestiones relevantes en contra de la formulación de políticas verticales, existe un consenso sobre la necesidad de reindustrializar España.

La discusión sobre la conveniencia de la reindustrialización adquiere una nueva dimensión cuando se introduce en el análisis el concepto de la competitividad.

Tomando una definición de la Comisión Europea, se entiende por competitividad: The ability of companies, industries, regions, nations and supra-national regional units to produce with simultaneous exposure to international competition, relatively high income and high levels of employment. En esta definición subyace una relación directa entre los conceptos de competitividad y productividad. De hecho, la competitividad se podría entender como el conjunto de instituciones, políticas y factores que determinan el nivel de productividad de una economía (o de una industria, cuando hablamos de competitividad industrial).

Pues bien, cuando se analiza la relación entre competitividad industrial y generación de riqueza, se comprueba que existe una sólida relación entre ambos conceptos. Así, comparando generación de riqueza (medida mediante la generación de PIB per cápita a precios constantes) y la competitividad industrial (a través del United Nations Industrial Development Organization Competitive Industrial Performance Index), se obtienen coeficientes de determinación (R2) por encima del 60%. En el caso concreto de la economía española, si se contrasta con las economías de los diez países más competitivos del mundo, se observa que el sector industrial pesa entre 15 y 24% más en este grupo de países (España ocupa el puesto 35 en el ranking de competitividad global y el 19 en competitividad industrial).

En conclusión, considerando los efectos positivos que tiene para la generación de riqueza de un país contar con una industria competitiva, el gap existente entre España y los países de referencia en competitividad global y peso de la industria sobre el PIB y aceptando los argumentos respecto a la bondad de las políticas industriales verticales en determinadas circunstancias, se puede concluir, para el caso de España, la conveniencia de fomentar una reindustrialización competitiva del país.

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