La movilidad futura

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La movilidad futura

Para la creación de este nuevo concepto de transporte es imprescindible la transformación de la industria automovilística, dotándole de nuevas características que le permitan atender las nuevas necesidades de movilidad del mercado y de los particulares.

Artículo de opinión escrito por Alberto Amores y Jordi Llidó, socios de Deloitte.

Autónoma y compartida, electrificada y sostenible. Así se presenta la movilidad del futuro, un nuevo ecosistema que afectará a los fabricantes de coches y componentes, a nuevos negocios de fabricación de baterías, a empresas energéticas, químicas, mineras e, incluso, a compañías de seguros en todo el mundo.

Para la creación de este nuevo concepto de transporte es imprescindible la transformación de la industria automovilística, dotándole de nuevas características que le permitan atender las nuevas necesidades de movilidad del mercado y de los particulares. Así, los fabricantes de vehículos pasarán de ser una industria de producción masiva a convertirse también en proveedores de servicios de movilidad. De esta manera, se transitará hacia modelos de negocio en los que la propiedad privada del vehículo dejará de ser central y donde se contraten, por ejemplo, servicios de movilidad a través del smartphone.

La industria española del automóvil –que supone el 10% del PIB nacional y que, solo el año pasado, facturó casi 96.000 millones de euros- debe participar en este nuevo paradigma, capturando la cuota que le corresponde por su peso y demostrada competitividad de fabricación de los nuevos modelos de vehículos y de prestación de servicios. Todo ello, requerirá un cambio ágil de su modelo de negocio.

El cumplimiento de los objetivos de emisiones de gases de efecto invernadero establecidos en el horizonte 2050, y fijados en la COP21 de París, así como de las políticas de mejora de la calidad del aire definidas por la mayoría de los grandes centros urbanos del planeta, están también detrás de las fuerzas que empujan la transformación de la industria del automóvil. Ante ello, los combustibles alternativos sostenibles y, en particular, el coche eléctrico, se posicionan como la gran solución.

En esta línea, el Ministerio de Energía, Turismo y Agenda Digital (MINETAD) ha aprobado el Plan de Apoyo a la Movilidad Alternativa (MOVALT) para incentivar la compra de vehículos de energías alternativas –con una dotación de 20 millones de euros- y la instalación de puntos de recarga eléctrica –con una partida destinada de 15 millones de euros.

En nuestro país debería haber en circulación entre 1,6 y 2 millones de coches eléctricos en ocho años para cumplir con los propósitos de reducción de emisiones de la Unión Europea, si bien a comienzos del año anterior había tan solo 6.500. Estas cifras deberían, además, incrementarse progresivamente: debería haber entre 4,4 y 6 millones de vehículos eléctricos para 2030 y, para 2050, alrededor de 7 millones, en un escenario de movilidad autónoma y compartida o, 22 millones de coches eléctricos, en un escenario de uso de movilidad como el actual. De hecho, a partir de 2040 no debería venderse ningún vehículo con motor de combustión interna.

Más a corto plazo, España necesita 300.000 coches eléctricos y 11.000 electrolineras en dos años para cumplir con estos objetivos. Por ello, en Andalucía, la Junta ha presentado un plan de 20 millones de euros para que la región se suba al coche eléctrico. Entre las diferentes medidas, el programa contempla la instalación de 400 puntos de recarga, así como la compra de 2.000 nuevos vehículos eléctricos para el servicio de la administración pública.

En la industria global del automóvil, algunos de los grandes fabricantes han anunciado importantes inversiones para el desarrollo de líneas de producción de vehículos eléctricos y para la fabricación o adquisición de baterías. El mercado verá, por tanto, un número creciente de modelos eléctricos a partir de 2018. No obstante, para que los fabricantes acaben de decidir su transformación a la movilidad eléctrica es necesario que crezca la demanda de este tipo de vehículos por parte de los consumidores. No hay que olvidar que una de las grandes barreras para la adopción del vehículo eléctrico es la falta de infraestructura de recarga, aspecto al que los reguladores y las Administraciones Públicas deberán dedicar sus esfuerzos legislativos y económicos.

La movilidad de futuro parece muy eléctrica, conectada y autónoma. Pensar que tardará en llegar es, posiblemente, un error. Los nuevos paradigmas de movilidad aparecerán, probablemente, de manera desigual: más rápidamente en las grandes ciudades y antes en el mundo desarrollado que en los países en vías de desarrollo; todo ello, evolucionando por etapas con el paso del tiempo. El cambio no llegará como un tsunami que arrase con todo, pero las primeras experiencias de movilidad eléctrica y compartida parecen apuntar hacia unos ritmos de adopción de los nuevos modelos por parte de los consumidores más rápidos de lo que muchos, hasta hace poco, preveían.

Este artículo se publicó en el Diario de Sevilla

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