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Perspectivas
Las dos caras de las criptomonedas
¿Hacia dónde apunta su futuro?
Estos activos virtuales, cuyo valor depende de las leyes de la oferta y la demanda, pero sobre todo, de la confianza que tienen las personas en ellos, aún tienen diversos retos por delante. ¿Qué es lo que los hace atractivos para los inversionistas? ¿Y qué deben considerar las empresas que decidan incluirlos en sus operaciones?
En entrevista con Gustavo Méndez, Socio Líder de Servicios Financieros en Deloitte Spanish Latin America.
Ciudad de México, 25 de mayo de 2021.
En 2009, una persona o un grupo de personas de origen desconocido, bajo el pseudónimo de "Satoshi Nakamoto", anunció al mundo el lanzamiento de un activo virtual revolucionario: el bitcoin, la primera criptomoneda de la historia1.
En ese momento, un bitcoin no poseía ningún valor, pero, doce años después, el pasado 13 de abril, alcanzó el récord, por unidad, de $62 mil 700 dólares y su popularidad ya es tan grande que ha provocado el surgimiento de diferentes criptomonedas competidoras —actualmente se conocen casi 10 mil, siendo las más populares ethereum, ripple, litecoin, binance, ripple, tether, cardano y dogecoin— las cuales también están ganando la confianza de las personas y aumentando su valor de forma considerable.
Sin embargo, a pesar de que su uso es cada vez más frecuente, muchas empresas aún no conocen qué son o cuáles son las características de estos activos virtuales, y esta falta de información podría hacer que no tomen las mejores decisiones financieras. ¿Cuáles son las diferencias entre una criptomoneda y una moneda tradicional?
De acuerdo con el Banco de México2, la principal diferencia es que la criptomoneda es una unidad de información almacenada electrónicamente. Cuando una persona cuenta con efectivo, como monedas y billetes, puede almacenarlos de forma física en una alcancía o en una caja fuerte; sin embargo, cuando decide adquirir una criptomoneda, intercambia una determinada cantidad de efectivo por datos que son resguardados en un monedero electrónico.
Otra característica única de las criptomonedas, que resulta muy atractiva para los inversionistas, es que operan gracias a una tecnología que garantiza su absoluta protección, conocida como blockchain (o cadena de bloques, en español).
¿Qué es la cadena de bloques? Imaginémosla como un grupo de personas que forman un círculo tomándose de las manos; todas reconocen quiénes conforman el círculo, todas tienen registro de cada interacción que ha sucedido entre ellas y todas pueden detectar si un extraño quiere entrar al círculo e impedirlo.
Esta es una forma sencilla de entender el blockchain, una estructura cerrada, conformada por computadoras que, por su constante vigilancia y registro, facilitan la transacción segura de activos digitales sin necesidad de un intermediario —contrario a lo que ocurre en el caso del dinero tradicional—, utilizando tecnología de gran trazabilidad, que permite identificar operaciones y evitar fraudes3.
Estos atributos, en conjunto, han ocasionado que, tanto empresas como inversionistas, miren a las criptomonedas como la evolución del dinero que conocemos, pero, antes de apostar por ellas, será recomendable también considerar los distintos desafíos que ello implica.
1. Banxico. Definición de los activos virtuales. https://www.banxico.org.mx/sistemas-de-pago/1---que-es-un-activo-virtua.html
2. Deloitte. Blockchain: visión tecnológica. https://www2.deloitte.com/es/es/pages/technology/articles/blockchain-vision-tecnologica.html
3. Deloitte. Blockchain: visión tecnológica. https://www2.deloitte.com/es/es/pages/technology/articles/blockchain-vision-tecnologica.html
La principal diferencia entre una criptomoneda y una moneda tradicional es que la criptomoneda es una unidad de información almacenada de forma electrónica.
Valor al servicio de la demanda
Una de las principales desventajas que presenta este tipo de activos virtuales, frente a las monedas tradicionales, es su volatilidad, la cual se explica porque su valor no está determinado por una institución, sino por la confianza que genera el propio mercado; es decir, se trata de una cuestión de “fe” por parte de los inversionistas.
Esto significa que, a diferencia de una moneda tradicional, la cual recibe su valor gracias al respaldo del banco central de un Estado, el costo de una criptomoneda se establece por las leyes de la oferta y la demanda: si la demanda sube, incrementa inmediatamente; si la demanda baja, decrece al instante.
Tan solo a mediados de mayo, debido a que el gobierno de China prohibió el uso de las criptodivisas, el mercado de criptomonedas cayó más de 30%, su peor comportamiento en 14 meses1. Poco antes, el principal activo virtual, el bitcoin, también se había visto impactado por una serie de comentarios de Elon Musk, director de la marca de autos Tesla, quien insinuó en redes sociales que su firma podría preferir, en vez del bitcoin, el uso de otra criptomoneda: el dogecoin.
Tomando en cuenta lo anterior, podemos señalar que algunos de los factores que más pueden incidir en que la demanda de estos activos virtuales descienda y, por ende, su valor, son:
- La venta acelerada de una gran cantidad de criptomonedas por parte de los inversionistas.
- El anuncio público de empresas que no apuestan por estos activos, al no aceptarlas como métodos de pago.
- Las disposiciones gubernamentales que prohíban o limiten el uso de este tipo de activos. Algunos gobiernos han mostrado su interés por desarrollar sus propias monedas virtuales (govcoins), que, en caso de llegar al mercado, tendrían un valor determinado por su Estado emisor, más no por la oferta y la demanda, lo cual las haría una opción más atractiva para los inversionistas y las empresas.
- El rechazo que puede generar su contribución al calentamiento global, debido al alto consumo de electricidad de la red de ordenadores del blockchain.
3. Expansión. "Las criptomonedas caen 30% y tienen su peor jornada en 14 meses".
El costo de estos activos virtuales se establece por las leyes de la oferta y la demanda.
Ser flexibles y planear, la clave para aceptar criptomonedas
Hoy, cada vez es más común que las empresas decidan aceptar, en sus métodos de pago, las criptomonedas, o que consideren hacerlo en el futuro (algunos ejemplos son Visa, Mastercard, BlackRock, KFC, Microsoft u Overstock); no obstante, si deciden emprender este camino, tendrán que definir antes un plan de administración específico para estos activos, a fin de proteger sus márgenes de utilidad de una potencial depreciación.
Para recalcar la importancia de ello, pongamos, como muestra, el siguiente escenario: si un hotel acepta que un cliente le pague con bitcoin la realización de un evento, pero no cuenta con una estrategia clara para gestionar este recurso, no sabrá en qué parte del balance financiero registrarlo, tampoco cómo se evalúa, cuánto tiempo debería permanecer en la institución o cuándo se deben vender para resguardar lo máximo posible las ganancias.
En otras palabras, es fundamental que las organizaciones se asesoren con especialistas, para cumplir, a nivel nacional e internacional, con la normatividad contable y fiscal vigente, la cual es compleja con respecto al uso de activos virtuales, debido a que no ha determinado con claridad cómo definirlos y valorarlos.
Asimismo, será aconsejable que las empresas establezcan límites de recepción de criptomonedas, determinen la manera más eficiente de administrarlas e implementen procedimientos para su venta o permanencia en su balance financiero. Pero, aun cuando resulta crucial toda esta planeación, ¿las compañías deberían asumir que las monedas virtuales llegaron para quedarse?
Es importante que las organizaciones se asesoren con especialistas, para cumplir, a nivel nacional e internacional, con la normatividad contable y fiscal vigente.
El futuro de las criptomonedas, en el aire
Es cierto que, mientras las personas mantengan su confianza en las criptomonedas, el panorama para las mismas seguirá siendo favorable y su valor se incrementará en la misma proporción que su demanda.
No obstante, estos activos virtuales enfrentarán, tarde o temprano, un momento decisivo, en el que la demanda ya no podrá crecer y la gente finalmente dejará de acumularlos para intercambiarlos por productos o servicios.
Desde un punto de vista positivo, si las criptomonedas, para ese entonces, consiguen transformar su alta demanda en una capacidad de intercambio de bienes y servicios aceptada por la mayoría de las personas y empresas, serán un activo relevante en el futuro.
Pero si, por el contrario, los inversionistas, sean personas u organizaciones, dejan de confiar en ellas, su demanda disminuirá, igual que su valor, generando un impacto notable en su aceptación como medio de pago.
Adicional a estos escenarios, si los gobiernos finalmente deciden, en los próximos meses, emitir sus govcoins, las alternativas actuales, que no cuentan con un respaldo estatal, estarán en una posición de desventaja e, incluso, podría prohibirse su uso en diferentes regiones.
En definitiva, el futuro de las criptomonedas aún está en el aire. Mientras tanto, es importante que las compañías y los inversionistas conozcan a profundidad este tipo de activos, sus posibles beneficios y riesgos, y, en caso de que decidan apostar por ellos, estén preparados para afrontar cualquier escenario posible.
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