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Perspectivas
Invertir en infraestructura
La ruta del crecimiento económico
Para alcanzar los objetivos de desarrollo que tiene México es necesaria la participación del sector privado; atraer las inversiones de éste requiere de una estrategia clara en la que se definan las obras y proyectos prioritarios en los que se trabajará durante los próximos años.
En entrevista con Eduardo de la Peña, Socio Líder de Infraestructura y Proyectos de Capital en Deloitte México.
Ciudad de México, 27 de junio de 2019.
El crecimiento económico se ha convertido en un tema frecuente, sobre todo con el arranque de la nueva administración federal. Especialistas y analistas han planteado diversas vías para alcanzar este objetivo, pero, entre todas ellas, destacamos una que tiene un gran potencial para lograrlo: la infraestructura.
Contar con una estrategia integral e incluyente de proyectos, en la que participe el sector privado y que atienda las necesidades de la población, es fundamental para impulsar el crecimiento económico del país. Si México quiere tener un desarrollo de primer mundo, debe contar con una infraestructura de primer mundo.
Las preguntas, entonces, girarían en torno a ¿cómo hacerlo?, ¿por dónde empezar?, ¿en qué tipo de infraestructura conviene más invertir? La respuesta no va en un solo sentido. Lo ideal, bajo nuestra óptica, es destinar recursos a todos los segmentos de infraestructura, pues todos son igual de necesarios para el desarrollo del país.
Históricamente, en México y Latinoamérica, la mayor parte de las inversiones en infraestructura van a los ramos de transporte y energía. En el caso del primero, se debe a la fuerte relación comercial que tenemos con los Estados Unidos; es decir, casi toda la infraestructura de ese tipo (carreteras o vías férreas) está enfocada a llevar mercancías al vecino del norte. En lo que respecta a la energía, concretamente la eléctrica, hay un gran capital invertido porque, hasta cierto punto, seguimos siendo una nación manufacturera.
No obstante lo anterior, se deben tomar en cuenta, además, sectores con un gran potencial, como el de turismo y el de telecomunicaciones, y aquellos que por muchos años han quedado rezagados, como el hidráulico y el de salud, entre otros. Los proyectos que se definan para estos rubros deben contar, además, con planes tanto a mediano como a largo plazo.
Es cierto, se ha hablado mucho de los megaproyectos que busca consumar la actual administración federal (el Tren Maya, el corredor del Istmo, la refinería de Dos Bocas y el aeropuerto de Santa Lucía); pero, mientras se espera a que éstos maduren, sería oportuno tener una cartera de obras y acciones de menor escala.
De esa manera, los beneficios no se concentrarían en unas cuantas regiones y, además, los resultados se observarían en un menor tiempo del que tardarán en consolidarse los megaproyectos.
Si México quiere tener un desarrollo de primer mundo, debe contar con una infraestructura de primer mundo.
Plan Nacional de Infraestructura, el pendiente
Delinear la estrategia de infraestructura que se va a seguir en México a lo largo del sexenio representa la oportunidad de crear las condiciones apropiadas de certidumbre para el empresariado y, de ese modo, involucrarlo, aún más, en el desarrollo del país.
En este sentido, cobra mayor relevancia el Plan Nacional de Infraestructura, un documento en el que el gobierno precisa las obras que tiene planeado desarrollar a lo largo del sexenio y el cual, a la fecha, no ha sido publicado.
Dicho plan es importante porque se trata de la estrategia general de obras públicas que marcará el rumbo del país en los próximos años. Además, brindará las condiciones de certidumbre y confianza para impulsar la inversión del sector privado. Esto es clave, ya que, sin ella, será complejo alcanzar el crecimiento económico esperado.
La estrategia de infraestructura a largo plazo será, por lo tanto, lo que ponga a México en el centro de atención de los grandes fondos de inversión y de las constructoras. Si éstos observan con claridad lo que se pretende hacer aquí en los próximo cinco años, entonces nuestro país se volverá, al mismo tiempo, una prioridad para ellos.
La importancia del sector privado
Darle una mayor participación a la Iniciativa Privada en materia de infraestructura es importante no solo por el hecho de que el gobierno no tiene la capacidad de asumir, por sí mismo, los costos que implican muchos proyectos, sino además porque las obras que se desarrollan generan beneficios importantes para los inversionistas y representan, a final de cuentas, una manera de incentivar la competitividad.
En México, la participación de la IP en infraestructura es de aproximadamente 20% del total invertido, mientras que en países desarrollados ronda el 40%. Por esa razón, resulta importante abrirle más espacio al sector privado, así como darle mayor libertad para proponer ideas nuevas y desarrollarlas por cuenta propia, lo que incluso quitaría un peso de encima al gobierno.
Como activo para el sector privado, la infraestructura puede ser interesante porque regularmente se trata de proyectos con horizontes largos. Puedes tener una concesión a 15 o 20 años, por ejemplo. Además, algunos de estos proyectos, como las carreteras, son de relativo bajo riesgo.
En cuanto a capacidad técnica, podemos decir que el sector privado del país tiene la experiencia y los conocimientos necesarios para llevar a cabo prácticamente cualquier tipo de obra. Hay muchas y grandes constructoras e ingenierías que están preparadas para hacer los trabajos. Solo es cuestión de definir la estrategia de proyectos.
Mientras esto ocurre, los estados también deberían desarrollar sus propios mecanismos para atraer al sector privado, sin tener que depender de los recursos de la Federación. Podrían hacer, por ejemplo, aprovechamiento de activos, emitir nuevos derechos (aunque sea una medida poco popular), así como crear fideicomisos para los proyectos que más les convengan.
En conclusión, la inversión en infraestructura, en todos los niveles de gobierno y en todos los segmentos, es indispensable para impulsar el crecimiento económico del país, elevar la competitividad y procurar el bienestar social.
La inversión en infraestructura, en todos los niveles de gobierno y en todos los segmentos, es indispensable para impulsar el crecimiento económico del país.
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