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Nuevo gobierno, nuevos retos en infraestructura
La calidad de la infraestructura en México no es la que desearíamos. Al menos así lo demuestra la caída de cinco lugares que nuestro país registró en el Índice de Competitividad en Infraestructura del Foro Económico Mundial 2017-2018, en el que bajó a la posición 62.
Y es que, en este sexenio, la infraestructura fue uno de los grandes temas que se quedaron pendientes, con varios proyectos importantes inconclusos y con un muy bajo porcentaje de inversión hecha con respecto al Producto Interno Bruto (PIB).
En entrevista con Eduardo de la Peña, Socio Líder de Infraestructura en Deloitte México.
Ciudad de México, 9 de agosto de 2018.
A inicios de la actual administración, se anunció un ambicioso programa para llevar este último indicador a un porcentaje de 3%; lo cierto es que la inversión ha quedado debajo de esta meta. De hecho, según el Banco Mundial, México es uno de los países de América Latina que menos inversión hace en infraestructura con relación a su PIB.
En ese sentido, son varios los desafíos que el gobierno que está por entrar tendrá en materia de infraestructura. No obstante, desde nuestra perspectiva, son principalmente dos a los que tendrá que prestar especial atención: definir la cartera de proyectos en la que desea trabajar para concretar su visión de país y buscar mecanismos innovadores de financiamiento para desarrollarlos.
Respecto al primer punto, es importante que la nueva administración realmente logre definir una cartera de proyectos fuerte y sólida, alineada con su visión. Por ejemplo, si se desea impulsar la región sur-sureste, se debe proveer infraestructura energética para reducir los costos, además de definir proyectos de conectividad de transporte.
Sobre el segundo, su realización será más compleja, pues el gobierno entrante tendrá una dificultad de restricción presupuestal, debido a los altos niveles de endeudamiento y de los bajos precios del petróleo, un panorama que debe impulsarlo a buscar nuevos mecanismos de financiamiento de infraestructura, como pueden ser concesiones integrales o Asociaciones Público Privadas.
Otra herramienta que puede ser útil es el reciclaje de activos: tomar infraestructuras o activos sin terminar u ociosos, y colocarlos en el mercado para financiar nuevos proyectos.
El punto principal será, en conclusión, entender que no se trata de hacer infraestructura solo por hacerla, sino que ésta debe tener una definición estratégica clara, pues, al final de cuentas, la infraestructura no es otra cosa que un instrumento para alcanzar la visión de país que se busca.
La administración entrante deberá alinear su cartera de proyectos con su visión de país y buscar mecanismos innovadores de financiamiento para desarrollarlos.
Proyectos estratégicos, ¿serán rentables?
El gobierno entrante ha comenzado ya a dar algunas señales sobre cuáles serán los proyectos de infraestructura a los cuales piensa apostar (refinerías, el Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México -NAICM-, el Tren Maya, entre otros), sin embargo, deberá de ser muy preciso al definir el mejor esquema para desarrollarlos, ya que un buen proyecto ejecutado por el esquema equivocado puede ser un desastre.
Asimismo, tendrá que comprender que habrá proyectos que tendrán todo el sentido económico y podrán ser muy rentables, y otros que no generarán ganancias financieras, pero serán cruciales para el desarrollo social del país.
Deberá también distinguir entre aquellos proyectos que puedan considerarse “autofinanciables” (es decir, que tengan un fuerte de ingreso propio), y aquellos que necesitarán recursos federales para lograr su viabilidad.
Por ejemplo, a nivel internacional, los trenes de pasajeros no suelen ser proyectos autofinanciables, los costos del boleto logran cubrir a lo mucho los costos de operación, por lo que los recursos federales para la inversión serán necesarios.
Otro ejemplo es el NAICM, un proyecto que por sí mismo, y de manera clara, es un “negocio” que generará flujos, no obstante, el nuevo gobierno deberá evaluar en detalle las alternativas que tiene para su desarrollo: i) Si lo concesiona, se podría ahorrar recursos públicos en la etapa de construcción, pero perdería los ingresos potenciales futuros, ii) si decide mantener la propiedad, implicará comprometer recursos para desarrollar el proyecto, pero mantendría los ingresos.
En ese sentido, recientemente, Deloitte colaboró junto con la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA, por sus siglas en inglés) en la publicación de una guía sobre los esquemas de asociación público-privado en el sector aeroportuario y los aspectos críticos que deben considerarse.
Habrá proyectos que tendrán todo el sentido económico y ser muy rentables, y otros que no generarán ganancias financieras, pero serán cruciales para el desarrollo social del país.
Innovar, la oportunidad de oro del nuevo gobierno
Los retos en infraestructura que se dibujan para la administración entrante son muchos, no obstante, la nueva gestión tiene una ventaja única, en comparación con los gobiernos anteriores: la oportunidad de innovar y ser disruptivo.
El punto es probar cosas distintas y echar mano de herramientas que, quizá, en el pasado, fueron relegadas, pero que tienen el potencial para hacer una gran diferencia y generar un impacto importante.
Este nuevo gobierno puede darse el lujo de explorar nuevos modelos de desarrollo, incorporar tecnologías para mejorar la operación (por ejemplo, Ciudades Inteligentes o los sistemas inteligentes de transporte) y redistribuir los recursos (históricamente, hay sectores rezagados, como el del agua).
En infraestructura, la calidad es más importante que la cantidad. Una obra bien definida, bien estudiada y bien ejecutada puede traer beneficios para muchas generaciones; en cambio, una obra que no se planifica o busca únicamente el beneficio político, por encima del rigor técnico, solo heredará problemas.
Antes, solía decirse que la geografía de un país era su destino; desde nuestra perspectiva, eso ya no es válido. Ahora, lo correcto sería decir que la conectividad (y competitividad) de un país es su destino.
Una obra bien definida, bien estudiada y bien ejecutada puede traer beneficios para muchas generaciones.
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