Viajar hacia la nueva normalidad Ha sido salvado
Perspectivas
Viajar hacia la nueva normalidad
¿Por dónde comenzar?
Establecer un plan de acción e identificar potenciales riesgos es un camino que puede ayudar a las empresas a estar mejor preparadas para reanudar actividades en centros de trabajo, e, incluso, salir fortalecidas más adelante.
En entrevista con René Nájera, Socio de Riesgo Estratégico en Deloitte México.
Ciudad de México, 29 de junio de 2020.
Con la finalidad de mitigar la dispersión y transmisión del coronavirus, el pasado 30 de marzo, miles de empresas en el país se vieron obligadas a frenar sus operaciones o suspender actividades en sus centros de trabajo, ante la declaratoria de emergencia sanitaria en México.
Hoy, a tres meses de este hecho, las mismas organizaciones se preparan para incorporarse, de forma gradual, a una nueva normalidad en sus actividades, bajo un ambiente de incertidumbre y de importantes desafíos económicos. ¿Cómo comenzar este viaje?
La mejor forma de hacerlo es teniendo, en primer lugar, una visión integral, que abarque distintos aspectos que las organizaciones deben considerar para la reanudación de sus actividades. A menudo observamos que las empresas, en este retorno, se enfocan en cuestiones laborales, de higiene y sanidad, que son sin duda, relevantes, pero no las únicas. Una perspectiva amplia puede ser la diferencia que determine el éxito en esta nueva etapa.
Esta visión contempla tres fases importantes. La primera es contar con un plan que trace el camino de retorno y les ayude a identificar las necesidades del negocio y de su entorno (empleados, clientes, terceros relevantes). Aquí, la obtención y el análisis de datos jugará un papel relevante para estar mejor preparados ante el eventual regreso a las oficinas e instalaciones.
Considerar cuestiones que van desde cómo será el regreso (qué áreas tendrán que regresar primero), la situación de los colaboradores, clientes y terceros (quiénes pueden/están dispuestos a regresar, en función de su estado de salud; cómo será la interacción con clientes o terceros) y conocer las disposiciones de las autoridades (tener claridad sobre los protocolos con los que hay que cumplir) serán cruciales para planificar el regreso.
En segundo lugar, se tiene que asegurar la ejecución de dicho plan. Es decir, una vez que las compañías hayan regresado a sus centros de trabajo, es importante que exista claridad en los roles, funciones y tareas específicas para el retorno seguro. Lo ideal será que se cuente con un equipo central coordinador (a veces llamado Centro de Comando) y con áreas o equipos que se encarguen de ejecutar las acciones definidas en el plan.
Una tercera fase para la reactivación de operaciones en centros de trabajo será monitorear el cumplimiento del plan, a través de mecanismos que nos permitan identificar que las medidas establecidas sí se están implementando, detecten riesgos potenciales y estén al tanto de posibles cambios en alguna disposición o protocolo oficial.
Al respecto, es importante tener en cuenta que, debido a que las medidas por la pandemia no tienen precedentes exactos, todas estas labores y ajustes en los lugares de trabajo tomarán un tiempo, por lo que será normal que haya una curva de aprendizaje y concientización sobre todos estos nuevos procedimientos. En este punto, la capacitación y contar con una comunicación ágil y eficiente jugarán un papel relevante.
Contar con capacitación y comunicación ágiles y eficientes será muy importante.
Confianza y reputación, lo que estaría en riesgo
¿Qué pasa si una empresa regresa al lugar de trabajo, o en realidad nunca frenó operaciones, pero entra a esta nueva normalidad sin ningún tipo de planificación? ¿Cuáles son los riesgos a los que podría enfrentarse, además de los evidentes?
El impacto para las empresas sería, principalmente, en dos frentes: el reputacional y el de cumplimiento regulatorio.
Respecto al primero, la empresa perdería la confianza, por una parte, de sus empleados, quienes percibirían falta de interés y atención hacia su bienestar, lo que podría generar, en algún momento, su salida de la empresa; y, por otra, de sus clientes y proveedores, quienes, ante la ausencia de mecanismos o planes enfocados a promover y garantizar su protección y seguridad, podrían buscar alternativas fuera de la organización. Todo esto afectaría, de forma importante, la imagen y reputación de la compañía.
En cuanto al cumplimiento regulatorio, el riesgo para las compañías está en hacerse acreedoras a sanciones (desde multas, hasta la suspensión de operaciones) por parte de la autoridad, en caso de no apegarse a los protocolos y disposiciones oficiales. Esto también puede impactar en su reputación, pues la imagen de incumplimiento podría provocar desconfianza.
En ese sentido, será importante que las compañías realicen un mapeo de riesgos, dentro de sus diversas áreas, con el objetivo de identificarlos y definir acciones para poder prevenirlos. De otro modo, será difícil poder reaccionar frente a situaciones adversas.
Poder identificar los retos que supone el regreso a las instalaciones, en medio de un ambiente incierto y con desafíos económicos importantes, será clave para que las compañías puedan salir fortalecidas de esta crisis e, incluso, con ventaja competitiva. La planificación, con una visión integral, permitirá a las organizaciones viajar, sin contratiempos, hacia esta nueva normalidad.