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El momento de la banca, el momento de la verdad

Si una crisis irrumpe en tu puerta… mejor que te pille preparado. Hace aproximadamente doce años, con el estallido de la crisis financiera y económica de 2008, el sector financiero se adentró de forma súbita en un terreno desconocido, cuyos efectos aún perduran. El sector bancario, piedra angular de la economía de cualquier país, cobró un protagonismo no buscado durante gran parte de este periodo.

En paralelo se produjo en la mayor parte de las economías de nuestro entorno, un importante cambio de paradigma que explica dónde está la industria hoy. Nuestros políticos, legisladores, reguladores y supervisores tomaron la firme decisión de evitar que futuras crisis bancarias pudieran volver a poner en peligro la estabilidad del sistema financiero y las finanzas públicas. El famoso “too big to fail”.

Resultado de lo anterior es lo que algunos han definido como el “tsunami regulatorio” que ha acontecido los últimos 12 años. Todos los pilares de la actividad bancaria han sido revisitados y regulados con el máximo detalle, tanto a nivel europeo como a nivel nacional. Nos hemos dotado de un nuevo marco institucional (Mecanismo Único de Supervisión), destinado a intensificar y armonizar la supervisión a la que está sometida la industria, o hemos creado el marco de Resolución bancaria (SRB).

Los recursos públicos destinados a fortalecer el marco de actuación de los bancos que tenemos hoy y su supervisión se han multiplicado exponencialmente durante estos años, y lo que es más importante y diferencial con otras industrias críticas, se tomó la decisión de que fuera la industria la que pagara la factura de este incremento regulatorio y de supervisión. Algunos expertos cifran en el entorno del 10% de los beneficios anuales de algunos bancos la cantidad destinada a ser una industria más segura. Evidentemente, esta “red de seguridad” construida en los últimos 12 años tiene un impacto directo en la rentabilidad de la industria. Los múltiplos a los que cotiza la industria en los mercados respecto de otras industrias no reguladas o supervisadas no dejan duda alguna, la seguridad tiene un coste.

Hoy, vivimos con especial virulencia una crisis sanitaria generada por el Covid-19. Según todos los análisis en nuestro país tendrá lugar una recesión económica de una magnitud netamente superior a la de 2010. La banca es una industria más solvente y dispone de más liquidez que en ningún otro momento anterior de su historia. Estos atributos no son ni accidentales ni coyunturales, sino fruto del intenso y, en ocasiones, ingrato trabajo acometido en la última década por la industria y las autoridades.

La hibernación económica a la que nos aboca el Covid-19 tendrá impactos en todos los sectores. Para todos ellos y para nuestra sociedad, el papel que desempeñe la banca durante la fase de "hibernación" y en la fase posterior de recuperación, será esencial.

Desde 2008, muchas iniciativas públicas y privadas han estado destinadas a desafiar el papel que la banca juega en la financiación de nuestra economía. La emergencia del “shadow banking”, el intento de potenciar los mercados de capitales, la entrada de nuevos competidores no regulados ni supervisados que sin embargo prestan servicios análogos son una clara muestra de ello. Sin embargo, cabe preguntarse si al albur de una crisis económica sin parangón, todas estas iniciativas están en disposición de ayudar ahora a nuestro Gobierno, autoridades y sociedad de la misma manera y con la misma intensidad que la industria bancaria.

El sector se ha estado preparando para este momento durante la última década. Ha reducido significativamente su capacidad instalada, su rentabilidad y, lo que es más importante y costoso, su reputación. El coste de este viaje ha sido elevado, pero nada que valga la pena no lo es.

El sector tiene que ser consciente del momento al que se enfrenta. Nunca en la historia reciente de nuestro país ha sido más necesario para las autoridades y para sus clientes contar con un socio financiero capaz de asistir a nuestra economía durante la actual fase de hibernación y potenciar la recuperación que seguirá. En este “momento de la verdad”, la banca no puede fallar ni a las autoridades, ni a sus clientes, pero evidentemente tampoco a sus accionistas, bonistas y depositantes. El activo más preciado de esta industria, su reputación, nos indicará su desempeño en un mundo post-Covid.

Artículo publicado en Expansión el 14 de mayo de 2020