Servicios jurídicos post-Covid

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Servicios jurídicos post-Covid: ¿aceleración en la transformación o cambio radical?

Si hay algo que no se puede negar a estas alturas de la película es que la crisis sanitaria ha impactado en muchos ámbitos de nuestra vida y, como no podía ser de otro modo, en los servicios jurídicos ha tenido una incidencia directa.

Ya antes de que nos arrollara la Covid-19, los servicios jurídicos empezaban a implementar ligeros (y nos tan ligeros) cambios en su modus operandi. Me refiero, claro está, a la transformación digital. El Coronavirus no ha hecho sino imprimir una aceleración todavía más vertiginosa a esa transformación digital que ya empezaba a ser omnipresente (e inevitable), y que afectaba de forma transversal en un grado u otro a toda actividad socioeconómica.

Contrariamente, a algunas asesorías jurídicas, la ola del coronavirus las ha encontrado con el pie cambiado, todavía en un estadio muy incipiente a nivel tecnológico, sin una hoja de ruta clara. Estas organizaciones han visto como sus prioridades se han ido alterando en función de las necesidades concretas de la situación, dejando de invertir recursos en innovación para centrarlos en la implementación y consolidación los sistemas con los que ya contaban con el objetivo de garantizar la continuidad del servicio.

No obstante, estas dos velocidades de transformación, la Covid-19 ha supuesto, sin discusión alguna, un gran revulsivo para el mercado legal, que llevaba ya demasiados años sin sufrir cambios sustanciales. La tecnología está ya prácticamente integrada en el día a día de los abogados, los cuales la han aceptado y usado para cambiar su forma de trabajar - de reuniones presenciales a usar plataformas de videoconferencia como Teams, Skype, Zoom; de firmar hojas de encargo y contratos en soporte papel a ayudar a los clientes a incorporar la firma electrónica en su operativa diaria; y de compartir despacho solo con abogados a tener compañeros ingenieros y hablar cada día con los de IT -, así como para dar un giro a la prestación de sus propios servicios, entendiendo las nuevas necesidades de los clientes e identificando nuevos casos de uso basados en tecnología.

Para las asesorías jurídicas (comprendiendo las dos velocidades de transformación), esta crisis sanitaria ha acabado también, de forma definitiva, con la imagen que tenían de mero centro de costes dentro de la organización. Se ha entendido finalmente que la asesoría jurídica es un partner imprescindible para el negocio y que elevar su función es clave para obtener mejores resultados.

En relación con este último apunte e independientemente de si hablamos de asesorías jurídicas ya en proceso de transformación acelerado por la Covid-19, o de aquellas que se han quedado un pasito atrás, hay que tomar en consideración dos cosas:

(i)  Es clave, para la transformación de la asesoría jurídica, que no intente hacerlo sola. Negocio, la organización a la que pertenece, también se está transformando y lo está haciendo a más velocidad y, muchas veces, con más foco. Por ejemplo, hay grupos de distribución que están triplicando o cuadruplicando sus ventas online como consecuencia del confinamiento que hemos vivido y ello les obliga a gestionar más pedidos en menos tiempo, lo que les lleva a revisar sus procesos para que los mismos sean más eficientes e implementar tecnología allí donde sea necesario. Como seguramente ya habrán deducido, el ejemplo más típico de implementación de tecnología para este caso de uso es precisamente la automatización del proceso de contratación y la gestión integral de la vida del contrato. Y, ¿quién está detrás de los contratos? Efectivamente, asesoría jurídica, que puede que no sea “dueña” del proceso pero tiene un interés y una responsabilidad grandes en el mismo. Por ello, resulta muy beneficioso que esta se enganche a su propia organización para aprovechar el impulso del negocio e integrar y adaptar a su casuística la transformación que ya está llevando a cabo;

(ii)  Para construir y modular esta transformación de la organización a las necesidades más concretas de la asesoría jurídica, esta deberá analizar cuál es su propio modelo operativo – estrategia, gobernanza, catálogo de servicios, operaciones y recursos – y cómo lo quiere transformar. Deberá decidir cuáles son sus prioridades a nivel estratégico, en qué servicios legales quiere focalizarse, identificar bien sus procesos, definir su propio riesgo legal y, finalmente, identificar casos de uso concretos para la implementación de tecnología. En este punto entran en juego también, sobre todo para las asesorías jurídicas más avanzadas en su transformación, la medición de los recursos, los tiempos y las fuerzas, y la valoración de la conveniencia de buscar ayuda fuera de la organización cuando se considere necesario.

¿Podemos entonces hablar de cambio? ¿O es mejor decir que la crisis sanitaria ha simplemente acelerado el proceso de transformación en el que ya estaba inmerso el sector legal? Pues como abogada que fui – o, como dicen los ingleses, former lawyer - la respuesta es: depende. Depende de la velocidad a la que cada organización se movía cuando estalló la Covid-19 y depende también de la estrategia que se haya decidido optar a posteriori.

La buena noticia es que finalmente, gracias a la tecnología como palanca, el sector legal se está moviendo, aunque sea a un ritmo más lento. Como dice Jordan Furlong, la resistencia al cambio existe en todos los sectores, porque es natural en los humanos. Es solo que a los abogados se nos da mejor –.

Artículo elaborado por Laura Paz, responsable de Legaltech de Deloitte Legal y extraído del número 10 de la revista DeLawIt.

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