Brexit 2019

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'Brexit':

El laberinto político de Reino Unido

Tras la renuncia de Theresa May al cargo de primer ministro y la reciente elección de Boris Johnson para sucederla, el gobierno británico tiene la difícil tarea de negociar la salida de su país de la Unión Europea.

Ciudad de México, 25 de julio de 2019.

El 23 de julio, Boris Johnson, miembro del Partido Conservador y exalcalde de Londres, fue electo líder de ese instituto político, así como nuevo primer ministro del Reino Unido, en sustitución de Theresa May, quien renunció a ambos cargos desde el 7 de junio.

A casi dos años del histórico referéndum por medio del cual este país decidió abandonar la Unión Europea (UE), y tras vencer a su contrincante, Jeremy Hunt, en las votaciones de su partido, Johnson será ahora el encargado de culminar ese proceso (mejor conocido como Brexit, por su acrónimo en inglés) que aún está pendiente.

Pero, ¿qué ha pasado desde el anuncio del Brexit hasta la fecha?
Theresa May asumió la titularidad del gobierno de su país, en julio de 2016, con la encomienda de encabezar las negociaciones sobre los términos en los que Reino Unido dejaría de ser miembro de la UE, luego de 46 años de pertenecer a dicha comunidad de naciones. Sin embargo, las cosas no fueron favorables para la ahora ex primera ministra.

El parlamento británico rechazó en tres ocasiones el texto preliminar que May propuso para el Brexit, por lo que la fecha original para la salida de la UE (29 de marzo de 2019) se aplazó en dos ocasiones, primero para el 12 de abril y luego para el 31 de octubre de este mismo año.

Ante las presiones de los miembros de su partido y de políticos rivales, por no poder sacar adelante el trámite, a la primera ministra no le quedó más remedio que anunciar su renuncia el pasado 24 de mayo. ¿Y cómo empezó todo?

El 23 de junio de 2016 se llevó a cabo un referéndum entre los ciudadanos del Reino Unido para determinar si su país debía seguir dentro de la UE o si debía abandonarla. El resultado, entonces sorpresivo, fue a favor de la ruptura, con 52% de los votos, frente a un 48% que se inclinó por la permanencia.

Tras este proceso, el entonces primer ministro David Cameron, perteneciente al Partido Conservador –igual que May, pero a favor de la permanencia de su país en la UE–, anunció su renuncia al cargo, misma que se consumó en octubre de ese mismo año.

El 28 de marzo de 2017, Theresa May, ya como primera ministra, firmó una carta en la que solicitaba la salida de la UE. En la misiva apelaba al artículo 50 del Tratado de Lisboa, el cual concede a cualquier Estado miembro de dicha comunidad de naciones la posibilidad de desincorporarse de ella voluntariamente, aunque estableciendo ciertas condiciones.

Para el 9 de diciembre de 2017, Reino Unido anunció el acuerdo al que había llegado con la Comisión Europea, encabezada en ese momento por Jean-Claude Juncker, sobre las condiciones de la separación. Se trataba de la primera salida de un país de la asociación económica y política que conformaban –y hasta la fecha conforman– 28 naciones del viejo continente.

Los compromisos pactados por el gobierno británico, a cambio de su salida, fueron el pago de entre 40 mil y 45 mil millones de euros a la UE, así como la protección de los derechos de los más de cuatro millones de británicos en suelo europeo y europeos en suelo británico. Pero también, y lo más delicado de todo, mantener una frontera libre entre Irlanda del Norte –que forma parte de Reino Unido– y la República de Irlanda, mediante el precepto de “salvaguarda”.

Los compromisos pactados por el gobierno británico fueron el pago de entre 40 y 45 mil millones de euros a la UE, así como la protección de los derechos de los más de cuatro millones de británicos en suelo europeo y europeos en suelo británico.

Brexit y sus consecuencias

El dilema de la frontera irlandesa

La “salvaguarda irlandesa” o backstop es un pacto que busca garantizar que no habrá una frontera “dura”, es decir, física, entre las dos Irlandas. Por lo tanto, Irlanda del Norte se mantendría, al menos temporalmente, dentro de la unión aduanera y del mercado único de la Unión Europea, mientras el resto del Reino Unido abandona esa comunidad.

¿Y esto qué significa? Que tanto los productos que se comercializan entre ambas naciones, así como las personas que hasta el momento transitan libremente de un país a otro, sin inspecciones ni restricciones, podrían seguir haciéndolo.

Pero otra razón para no querer imponer una frontera física entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda es que con ella se rompería el acuerdo de paz de Viernes Santo, firmado por ambas naciones, en 1998, con la finalidad de acabar con 30 años de conflictos sangrientos entre grupos religiosos de la isla. Una de las cláusulas de dicho tratado establecía, precisamente, la prohibición de fronteras físicas en ese territorio.

Este tema de la “salvaguarda irlandesa”, al que muchos analistas y la propia UE consideraron una mera estrategia retórica de May para obtener el apoyo de quienes se oponían a establecer una frontera “dura” entre las dos Irlandas, derivó en el principal problema que mantiene a Reino Unido atado a la UE.

La frontera entre las Irlandas es un punto que ha dividido opiniones en el Parlamento inglés, pues mientras algunos optan por un Brexit en el que se respete el libre flujo de personas y de mercancías entre los territorios irlandeses, otros pugnan por romper los lazos con la República de Irlanda, con tal de salir de la UE.

Continuar con el libre tránsito entre una y otra Irlanda implicaría, para Reino Unido, seguir apegado a los acuerdos comunitarios de la UE, y eso es algo que muchos no quieren.

El grupo más conservador dentro del Parlamento inglés es el principal impulsor de un Brexit brusco, que no atienda la situación de la frontera irlandesa y que rompa por completo los lazos con la UE. Otros, en cambio, incluso dentro del ala conservadora, proponen un Brexit blando, que permita la salida de Reino Unido, pero manteniéndolo integrado al mercado único.

La Unión Europea, por su parte, ha rechazado el Brexit, en tanto no exista una correcta alineación regulatoria en el comercio con la República de Irlanda. Desde el 9 de junio de 2018, el negociador de la UE para la salida de Reino Unido, Michel Barnier, rechazó la “salvaguarda” propuesta por el país británico para evitar la frontera rígida con la República de Irlanda, ya que, dijo, presentaba deficiencias inaceptables para el resto de la comunidad.

Según Barnier, la propuesta de Londres solo contemplaba una unión aduanera con la UE para establecer aranceles, pero no daba una solución integral al control de mercancías y de personas. En cambio, daba la posibilidad de que, gracias a esa excepción, Reino Unido quedara, en la práctica, dentro del mercado único de la UE una vez que abandonara la comunidad.

Hasta el momento, tanto la UE como Reino Unido siguen firmes en sus posturas. Mientras la primera se niega a aceptar el Brexit, hasta no fijar medidas regulatorias en la frontera con la República de Irlanda, el segundo –al menos desde la postura que ha mostrado Boris Johnson–, sigue firme en salir de la UE, aun cuando todavía no logra ponerse de acuerdo sobre la forma en la que debe hacerlo.

La propuesta de Londres solo contemplaba una unión aduanera con la UE para establecer aranceles, pero no daba una solución integral al control de mercancías y de personas.

Cambridge analytics

El factor Cambridge Analytica

En marzo de 2018, se dio a conocer la noticia de que la empresa Cambridge Analytica (CA), especializada en recopilación y análisis de datos para campañas publicitarias y políticas, tuvo injerencia en el proceso de consulta ciudadana sobre el Brexit, favoreciendo a la propuesta de que Reino Unido abandonara la UE.

El exdirector de investigación de CA, Christopher Wylie, reconoció en ese entonces, en entrevistas con diversos diarios, que su firma había obtenido –de manera ilegal, a través de una aplicación ligada a Facebook–, información con la cual se influyó no solo en las elecciones de Reino Unido, sino en muchas otras en todo el mundo.

En el caso de la campaña a favor del Brexit, según explicó Wylie, CA no fue la que intervino directamente, sino su compañía aliada, AggregatelIQ (AIQ). Dicha consultora desarrolló una estrategia de mercadotecnia personalizada a partir de los datos de Facebook y, además, infringió el límite de gasto permitido en el proceso electoral.

¿Cómo actuaba la empresa? Según el exdirectivo, quien se dijo arrepentido por el uso de la información de millones de personas, reveló que, gracias al historial de comentarios, fotos y “me gusta” de los usuarios, las consultoras los categorizaron en distintos perfiles.

Posteriormente, se analizó qué tipo de personas eran más susceptibles de dejarse influir y, una vez identificadas, se les bombardeó con contenido hecho a la medida, como fake news, que ayudan a propagar mitos y reforzar prejuicios afines a su causa.

Pero, además, buscaron la adhesión de potenciales usuarios a favor de abandonar la UE, para que éstos pasaran de tener una actitud pasiva a una más activa (como participar en manifestaciones).

Según Wylie, la estrategia de CA, a partir de la base de datos personales, tuvo un papel definitorio en los resultados del referéndum. “Se ganó por menos de 2% de los votos y se gastó mucho dinero en publicidad a medida basada en datos personales. Esa cantidad de dinero te compraría miles de millones de impresiones. Si te diriges a un grupo pequeño, podría ser definitivo”, explicó a El País.

El escándalo a nivel mundial terminó, primero, con la suspensión de Alexander Nix, presidente ejecutivo de CA, quien fue grabado en un video donde ofrecía a un periodista que se hizo pasar por un cliente, servicios para desprestigiar a sus supuestos rivales políticos.

Posteriormente, en mayo de 2018, CA anunció el cierre de sus oficinas. Sin embargo, poco después, se dio a conocer que exdirectivos de la misma habían formado, desde agosto de 2017, una nueva compañía, llamada Emerdata, dedicada a las mismas tareas que CA.

Ante esta situación, políticos y analistas de todo el mundo sospechan que el acceso a datos personales de manera ilegal y su consiguiente manipulación no terminaron con el cierre de CA.

El futuro del Brexit

¿Qué es lo que viene?

La actual fecha límite para que Reino Unido abandone la UE es el próximo 31 de octubre y Boris Johnson ha prometido, desde su campaña, concretar el Brexit en esa fecha, sin importar que no se logre un acuerdo con la comunidad de naciones.

El 9 de junio de 2019, el exalcalde de Londres dijo al diario Sunday Times que no está dispuesto a pagar la “factura del divorcio” del Brexit (44 mil millones de euros), si la Unión Europea no ofrece mejores condiciones para la salida de Reino Unido.

Por su parte, el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, reiteró, dos días después de las declaraciones de Johnson, el 11 de junio, que la UE no renegociará el acuerdo del Brexit que se cerró con su país en noviembre de 2018.

La situación que vive Reino Unido resulta muy complicada. En los próximos meses, las tensiones incluso podrían crecer si las partes involucradas no llegan a un buen acuerdo. El primer paso será conseguir más apoyo para la postura del Brexit “duro” (sin acuerdo), pues varios actores políticos han levantado la voz y mostrado su inconformidad por la llegada de Johnson al cargo de primer ministro.

Hasta el momento, el Brexit ya hizo tirar la toalla a dos primeros ministros. Veremos si hace lo mismo con algún otro o puede, al fin, abandonar ese laberinto donde se encuentra.

La actual   fecha límite para que Reino Unido abandone la UE es el próximo 31 de octubre y Boris Johnson ha prometido, desde su campaña, concretar el Brexit en esa fecha.

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