Ciudades inteligentes en América Latina

Perspectivas

Ciudades inteligentes en América Latina

Tecnología e información para las sociedades del futuro

La fuerte tendencia a la urbanización del planeta hace necesario pensar en urbes más enfocadas a las necesidades de sus habitantes y a la eficiencia de los servicios públicos. Para ello será indispensable aprovechar los recursos tecnológicos y toda la información disponible, a fin de crear ciudades más sostenibles pero, sobre todo, inteligentes.

En entrevista con Alfredo Molina, Socio de Asesoría Financiera y Líder de Ciudades Inteligentes en Deloitte Spanish Latin America.

Ciudad de México, 17 de febrero de 2023.

Como parte de un concurso que reunió a cerca de 200 ciudades, gobiernos e instituciones, en septiembre de 2020, la Ciudad de México fue galardonada por la World Sustainable Cities Organization (WeGO), gracias a la implementación de un programa de seguridad integral1, lo que le permitió, al mismo tiempo, reafirmarse como una ciudad inteligente.

Así como la capital es considerada inteligente, en el país existen otras ciudades que también son catalogadas de esa manera, entre ellas, Tequila (Jalisco), Ciudad Maderas (Querétaro), Smart City (Puebla) o Mérida (Yucatán). Pero, ¿qué es lo que convierte a una ciudad en inteligente?

Aunque no existe una definición homologada al respecto, las ciudades inteligentes son, de manera general, aquellas que se enfocan en mejorar la calidad de vida de los ciudadanos y la prestación de servicios públicos, mediante el uso de herramientas tecnológicas y el análisis de datos, a fin de ser más incluyentes y sostenibles a futuro.

Si bien esta es la teoría, en la práctica, su desarrollo depende un poco del contexto de cada región, ya que, a final de cuentas, se viven realidades diferentes en América Latina, en Europa, en Asia o en otras latitudes del planeta. En ese sentido, cada una de las ciudades enfoca sus esfuerzos en sus necesidades particulares, así como en sus fortalezas únicas. Así, por ejemplo, Tequila se orienta al turismo inteligente, mientras que Mérida apuesta por la movilidad sostenible y Querétaro por el desarrollo de distritos de innovación.

Dicho esto, ¿a qué factor podemos atribuir que el concepto de ciudad inteligente haya tomado mayor relevancia? La razón es que en las últimas décadas ha habido una fuerte tendencia a la urbanización. Es decir, las ciudades han recibido habitantes a un ritmo mayor del que pueden proveer infraestructura y servicios. Por ello, las ciudades están empleando soluciones más innovadoras y eficientes que las aplicadas muchos años atrás para atender temas como congestionamientos vehiculares, la falta de agua o la seguridad, entre otros.

Una forma útil de resolver las complejidades de las urbes modernas es a través de la tecnología y los datos. Gracias a estos elementos, se pueden desarrollar y establecer sistemas más eficientes para: crear rutas o alternativas de transporte público; monitorear fugas de agua; o, generar nuestra propia energía y evitar el uso de recursos fósiles, por ejemplo. Al atender dichas problemáticas con ayuda de recursos tecnológicos, se estaría adoptando, en consecuencia, un enfoque centrado en los ciudadanos pero, además, sostenible e inteligente.   

 

[1] “Mi Ciudad Segura” fue el proyecto galardonado entre más de 50 iniciativas, el cual permite a las personas ponerse en contacto, de manera eficiente y segura, con las autoridades, desde cualquier parte de la ciudad mediante los servicios del 911 y del C5 (Boletín del 30 de septiembre de 2020, Gobierno de la Ciudad de México). 

Las ciudades han tenido que emplear soluciones más innovadoras y eficientes para atender los múltiples efectos del crecimiento urbano.

Los retos de ser ciudad inteligente

De acuerdo con proyecciones de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), la población en esta región, en 2022, fue de aproximadamente 660 millones de habitantes1. Además, la tendencia actual de urbanización en la región parece ser imparable, pues, al menos desde 2010, cerca de 80% de las personas vive en zonas urbanas2 y se espera que dicha cifra siga creciendo.

Por esta razón, las ciudades tendrán que seguir trabajando en ser más eficientes y en ofrecer mayores soluciones de servicios públicos, no solamente como un asunto de calidad de vida, sino por las necesidades que el crecimiento urbano representa, las cuales van en aumento. Las ciudades, en otras palabras, muy probablemente seguirán recibiendo más personas que las que pueden atender con sus servicios establecidos y tradicionales, por lo que deberán adoptar mecanismos que les permitan atender de mejor manera a todos los ciudadanos.

Eso es lo que ya está ocurriendo en algunas ciudades de México que se encuentran trabajando en soluciones de smart cities y apostando por iniciar más proyectos y, seguramente, en el futuro, habrá cada vez más urbes que se sumarán a esta tendencia. No obstante, todavía existe un reto importante por superar: el financiamiento.

Un proyecto de ciudad inteligente no suele generar ingresos directos de forma clara (como sí lo hacen las plantas de energía, que venden la energía; o las carreteras, donde la inversión se recupera mediante los peajes). En su lugar, estos proyectos generan beneficios sociales, los cuales no siempre se pueden monetizar y representan un reto mayor.

Sin embargo, los proyectos de ciudades inteligentes sí traen consigo algunas oportunidades de negocio, principalmente, a partir de los temas relativos a la información de los habitantes (asegurando siempre su confidencialidad y anonimato). Por ejemplo, todos los datos que se generan en el transporte, en cuanto a usuarios, horarios, etcétera, pueden monetizarse a través de marketing enfocado y se pueden obtener de una forma muy sencilla: mediante una tarjeta de transporte. Si ésta se asocia con la edad de los usuarios, es posible observar la hora en la que pasan su tarjeta por los lectores y se trasladan por la ciudad; entonces, se puede trabajar en soluciones enfocadas a estos usuarios.

Otro reto que surge a partir del uso de este y otro tipo de información es la privacidad de los datos, ya que deben ser manejados de manera correcta. Para ello son indispensables cuestiones como contar con la infraestructura (física y digital) necesaria para su almacenamiento y el cumplimiento de las regulaciones vigentes.

Pero, al mismo tiempo que las ciudades inteligentes se encuentran ante dichos retos inherentes a la información, siguen enfrentando los desafíos que siempre tendrá una urbe. Es decir, aunque una ciudad desarrolle proyectos para mejorar la calidad de vida de sus habitantes mediante el uso de la tecnología, debe seguir atendiendo las necesidades básicas, como el suministro agua o la pavimentación de calles.

Por esta razón, resulta importante balancear el desarrollo de los proyectos de infraestructura tradicional con los de ciudades inteligentes. Asimismo, será muy valioso que los ciudadanos estén familiarizados con las tecnologías, que sepan usarlas y puedan sacar provecho de todo lo que se ofrece en una ciudad smart.

 

[1] “Indicadores demográficos interactivos”, sitio web de la Cepal.

[2] Población, territorio y desarrollo sostenible, Cepal, 2012.

Los proyectos de ciudades inteligentes traen consigo algunas oportunidades de negocio, sobre todo a partir de los temas relativos a la información generada, siempre cuidando la privacidad.

Madurez 'smart' en América Latina

Actualmente, existen algunas metodologías para determinar el nivel de madurez de las ciudades inteligentes; es decir, para saber qué tan inteligentes son.

Una de las más importantes es la que desarrolló Deloitte para el Banco Interamericano de Desarrollo (BID)1, la cual se basa en la evaluación de las capacidades que tiene cada ciudad, en dos bloques de análisis: dimensiones e infraestructura. Mientras que en el primer bloque se analizan seis grandes áreas mediante las cuales se gestionan los servicios de ciudad inteligente, el segundo bloque hace referencia a los sistemas o equipos de tecnología físicos y digitales que están disponibles en la ciudad. A partir de ello, este modelo permite ubicar a las ciudades en su respectivo nivel de madurez.

Deloitte evaluó 10 ciudades de América Latina y el Caribe con la metodología descrita, en 2010, y éstas presentaron una madurez global de 2.42 (sobre una escala de 5), lo que las colocó en un nivel II (Intencional) de madurez, con fortalezas en su infraestructura y con la disposición, no solo de colocar en sus agendas el concepto de ciudad inteligente, sino de ver esto como una oportunidad para modernizar la urbe e impulsar la recuperación económica. Sin embargo, el reto común en esos países fue la falta de recursos para desarrollar este tipo de proyectos.

Determinar el grado de madurez es importante porque, si se conocen cuáles son las principales capacidades y los retos a superar, se tiene la posibilidad de desarrollar estrategias que nos permitan mejorar el nivel de madurez smart de nuestras ciudades, a través de proyectos e iniciativas concretos.

El hecho de que otra ciudad haya desarrollado ciertas soluciones no quiere decir que necesariamente nuestra ciudad requiera lo mismo. Como explicamos en un principio, las situaciones de cada ciudad y región son distintas; lo que no cambia entre una y otra es que, a final de cuentas, las herramientas para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, prosperar y lograr un mejor futuro, más sostenible e incluyente, seguirán siendo la tecnología y la información. Qué tan lejos quieran llegar dependerá de qué tan bien manejen estos activos.

 

[1] “¿Está mi ciudad preparada para convertirse en una ciudad inteligente?”, Blog Ciudades Sostenibles, Banco Interamericano de Desarrollo, diciembre de 2021.

Definir el grado de madurez de las ciudades inteligentes es importante porque se tiene la posibilidad de desarrollar estrategias para mejorar su nivel smart.

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