Corrupción en México

Perspectivas

La corrupción en México no es una cuestión cultural

La corrupción es, sin duda, uno de los problemas más importantes que aquejan a nuestro país, pues se trata de un fenómeno que debilita al Estado de derecho y que daña la certeza que se puede tener en los negocios. Sin embargo, y contrario a lo que se piensa, no se trata de una cuestión cultural, sino más bien de una relacionada con el cumplimiento de las leyes.

En entrevista con Eduardo Revilla, Socio de Impuestos en Deloitte México.

Ciudad de México, 23 de octubre de 2017.

Imaginemos, por ejemplo, a un automovilista que va conduciendo por las calles de Tijuana, México. Durante su trayecto, el sujeto se pasa varios semáforos en luz roja, da algunas vueltas prohibidas e incluso toma una avenida en sentido contrario.

Kilómetros más adelante, el mismo automovilista cruza la frontera hacia la ciudad de San Diego, Estados Unidos. Ahí, su comportamiento es distinto: respeta los semáforos, los límites de velocidad y el sentido de las calles.

Es el mismo sujeto, pero entonces, ¿cuál es la diferencia? Que en el primer escenario, el automovilista realiza todas estas infracciones porque percibe que la probabilidad de ser sancionado es muy baja, por el contrario, en el segundo, su conducta cambia debido a que sabe que, si es descubierto, no se librará de las sanciones correspondientes.

El problema en México, entonces, no es que no contemos con las leyes y autoridades necesarias para combatir los actos ilícitos o de corrupción que se cometen, el problema es que estas normas no se aplican de manera efectiva, lo que provoca que entre el delincuente y el corrupto crezca la percepción de que no serán castigados.

El reto, en ese sentido, es fortalecer a las instituciones y aplicar las leyes de modo tal que se inhiban las conductas ilícitas y realmente se sancione al que infrinja la norma; se trata, pues, de modificar la conducta de la gente, no a la gente en sí.

De lo contario, se corre el riesgo de llegar a una de las peores caras de la corrupción: la impunidad. El fenómeno en el que no solo se cometen actos ilícitos y de corrupción, sino que incluso cuando son descubiertos, no se castigan, salvo que exista una presión muy fuerte y particular por parte de los medios o de la sociedad.

El problema    no es que falten leyes para evitar y castigar este tipo de prácticas, sino que su aplicación no se realiza de manera efectiva.

El fenómeno regresivo de la corrupción

La corrupción es un problema que impacta en todos los niveles de la sociedad. No obstante, es un fenómeno regresivo, que afecta de manera mucho más fuerte a quien menos tiene, en proporción al ingreso.

Para ejemplificar esta situación, pongamos el caso de una familia de escasos recursos que vive en una colonia que no tiene agua. Ante ello, la familia se ve obligada a invertir más dinero y tiempo en conseguir agua, que una familia con recursos que vive en una zona con agua.

La afectación en el bolsillo de quien menos tiene es más significativa, pues destinan gran parte de sus recursos en conseguir los servicios que el Estado debería garantizarles.

Los otros efectos de la corrupción

Son diversas las variables que influyen en el desarrollo económico de nuestro país. De manera negativa, la corrupción es una de ellas.

Y es que este fenómeno, a gran escala, tiene la capacidad de encarecer los procesos y el costo de las obras, pues permite la existencia de jugadores o agentes que probablemente no cumplen con las reglas o con los requisitos para operar, pero que igual pueden hacerlo gracias a ella.

Así, observamos casos en los que, por ejemplo, se otorgan permisos de construcción de inmuebles o carreteras en sitios en donde se corre un grave riesgo, o que los costos de alguna obra se duplican casi de manera injustificada, lo que incluso puede cobrar vidas y conllevar a afectaciones a los contribuyentes, al erario y a la economía del país, en general.

Por esta y otras razones, es importante trabajar en fortalecer al Estado de derecho, la única vía factible para combatir la corrupción, un problema cuyas raíces no se encuentran ni en cuestiones culturales ni genéticas, sino en el cumplimiento efectivo de la ley.

Es importante trabajar en fortalecer al Estado de derecho, la única vía factible para combatir la corrupción.

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