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Perspectivas
Turismo de vacunación en EE.UU.
El impacto del ‘viaje’ por la salud
La escasez de vacunas contra el COVID-19 en la mayor parte de América Latina y la alta concentración de las mismas en la Unión Americana han impulsado los viajes de personas que van a dicho país en busca de la inmunización. Aunque este fenómeno trae algunos beneficios, también implica diversos riesgos y desafíos que las autoridades deben tener presentes.
En entrevista con Alexandro Arias, Líder de Ciencias de la Vida y Cuidado de la Salud en Deloitte Spanish Latin America.
Ciudad de México, 18 de mayo de 2021.
Vuelo en avión, automóvil, hospedaje y, lo más importante: cita para vacunarse. Todo por alrededor de 20 mil pesos. Ese es uno de los paquetes con los que actualmente las agencias de viajes buscan recuperar clientes después de un 2020 crítico para la industria turística, aprovechando lo que se ha convertido en uno de los principales intereses de la población mundial en los últimos meses: la vacuna contra el COVID-19.
Ante la falta de vacunas en diferentes países de América Latina, y la amplia disponibilidad de las mismas en los Estados Unidos, miles de personas, procedentes ya sea de Argentina, Colombia, Ecuador o México, entre otras naciones, han optado por viajar a alguno de los estados de la Unión Americana donde, sin importar su residencia, les son aplicadas las dosis necesarias para ser inmunizados contra el coronavirus.
Al menos si se compara el caso de México con el de los Estados Unidos, la diferencia en el número de aplicaciones, entre uno y otro, es abismal. Mientras que, al 14 de mayo, en nuestro país se registraron 21 millones 986 mil dosis aplicadas y 9.8 millones de personas vacunadas completamente, en la nación vecina del norte se contabilizaron cerca de 266 millones 400 mil dosis aplicadas y 119 millones de personas con esquema de vacunación completo (incluido el de dosis única), de acuerdo con datos de la Organización Panamericana de la Salud.
Este escenario, sin duda, preocupa a buena parte de los mexicanos que aún no tienen una fecha definida de vacunación en territorio nacional. Hay muchas personas que ven cada vez más cercano el regreso a los trabajos presenciales o la reapertura de las escuelas de sus hijos, y que, si tienen la capacidad económica de comprar un vuelo en avión a los Estados Unidos, es altamente probable que busquen adquirir la vacuna allá.
Ahora bien, ¿cuál es el impacto del flujo de viajeros hacia aquel país? ¿Podría ayudar el llamado “turismo de vacunas” a contener una tercera ola de contagios en nuestro país?
Por el bajo porcentaje de gente que tiene posibilidad de hacer este tipo de viajes, considerando el total de la población, es poco probable que el turismo de vacunación en los EE.UU. ayude a detener un alza importante de contagios. La gente de recursos medios altos es la que se puede ir a vacunar y no necesariamente todos lo están haciendo.
Lo que sí podría observarse gracias a este fenómeno es la reducción del número de hospitalizaciones graves. Esto, desde luego, impacta de manera favorable en el sistema de salud, ya que entre menos pacientes intubados haya en los hospitales, no solo bajan los números de defunciones, sino que hay mayores oportunidades de atender a más pacientes. Visto desde ese ángulo, el hecho de tener más personas vacunadas es muy importante.
Apenas el 9 de mayo pasado, el gobierno federal reportó 57 defunciones, la cifra más baja desde el 26 de abril de 2020, cuando se reportó la muerte de 46 pacientes. En cuanto a hospitalizaciones, se tenía una ocupación de 10% a nivel nacional, en esa misma fecha.
Otro impacto favorable del turismo de vacunación es el relativo a la salud mental de la población que, durante un periodo prolongado, ha tenido que quedarse en casa y limitar su convivencia a las personas con las que comparte techo. Ahora, cada vez son más quienes están dejando atrás el aislamiento y comienzan a socializar. En las calles se observa mayor movimiento de la gente, con una fuerte presencia de adultos mayores, quienes prácticamente están por completar su esquema de vacunación.
Pero, además de estas ventajas, también existen ciertos desafíos y riesgos en torno al turismo de vacunas en los Estados Unidos.
Cada vez son más quienes están dejando atrás el aislamiento y comienzan a socializar. En las calles se observa mayor movimiento de la gente, con una fuerte presencia de adultos mayores.
El coronavirus también viaja
Viajar a los EE.UU. para lograr inmunizarse contra el COVID-19 representa un riesgo tanto para ese país, como para las naciones de los visitantes. Para la Unión Americana, porque, a pesar de los filtros y medidas de seguridad que se han impuesto para evitar contagios –como la realización de una prueba PCR, la toma de temperatura, entre otras–, existe la posibilidad de que cualquier viajero que ingrese a su territorio pueda ser portador de este coronavirus o de alguna sus variantes, aun siendo asintomático o mostrando un resultado negativo en su prueba.
Para los visitantes, el riesgo es que, a pesar de estar vacunados contra el COVID-19, esto no significa total inmunidad contra el coronavirus ni que no puedan transmitirlo a otras personas. De hecho, la vacuna solo ayuda a que, si llegamos a contagiarnos, el impacto de la enfermedad no sea grave para nuestra salud. En ese sentido, puede existir la posibilidad de que los turistas sean portadores del virus y puedan afectar la salud de familiares o amigos, en sus lugares de origen.
Entonces, ¿qué hacer? Una buena alternativa sería que, en lugar de promover el turismo de vacunación hacia su país, los Estados Unidos enviaran los excedentes de vacunas con los que cuentan a los países que más lo necesitan. Ya se ha visto que las donaciones que ha hecho a México1 y a Canadá han ayudado a combatir la enfermedad, y eso podría replicarse en el resto de América Latina.
De esa manera, se ayudaría a ampliar la vacunación en toda la región, reducir los casos graves de contagios y evitar la propagación del coronavirus por diferentes partes del mundo.
Para los visitantes, el riesgo es que, a pesar de estar vacunados contra el COVID-19, esto no significa total inmunidad contra el coronavirus ni que no puedan transmitirlo a otras personas.
Entre el control y la exclusión
En abril pasado, el gobierno del estado de Nueva York puso en marcha el Excelsior Pass, un mecanismo digital para certificar a las personas que ya han sido vacunadas contra el COVID-19 y permitirles el acceso a diferentes sitios y establecimientos comerciales.
Así como dicho estado, en la ciudad de Hong Kong también se ha optado por una aplicación digital de trazabilidad de contacto entre personas. Ésta sirve para permitir a las personas que ya han sido vacunadas –al menos con una dosis–, el acceso a bares y establecimientos. En esos lugares, ya se les permite, incluso, estar sin mascarillas o cubrebocas. Y en cuanto a las salidas al extranjero, se estableció una “burbuja de viaje” con Singapur, para permitir el flujo de viajeros, de manera segura, hacia aquel país, siempre y cuando estén completamente vacunados.
Por su parte, Corea del Sur, Dinamarca e Israel también han implementado los “pasaportes de vacunación” para permitir y agilizar la entrada de turistas inmunizados a sus países y a diversos lugares públicos. Pero todos estos mecanismos, si bien representan una alternativa segura de movilidad y convivencia, también ocasionan que muchas personas alrededor del mundo se vean excluidas de ciertos servicios o eventos.
Quienes no estén vacunados, ya sea porque no pueden o porque no quieren, podrán preguntarse ¿por qué esas personas que sí están vacunadas pueden hacer algo que yo no? Este será sin duda un tema adicional en el que tendrán que trabajar las diferentes autoridades a nivel global. Por lo pronto, y en el caso específico de México, existen otros pendientes por resolver.
Uno de ellos es asegurar el abastecimiento de vacunas, para que las personas, los comercios y la economía sigan moviéndose. Es probable que, en el momento en el que se acelere el envasado de vacunas que se está realizando actualmente en el país –una vez que lleguen los insumos necesarios para ello–, se pueda garantizar el abastecimiento y la agilización del proceso de vacunación.
Precisamente sobre este tema, otro aspecto que podría ayudar masificar y eficientar el proceso, es modificar los protocolos sanitarios para permitir que la Iniciativa Privada adquiera y distribuya las vacunas. Se debe considerar que, hasta el momento, todas las vacunas han sido aprobadas de emergencia por la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) y, por esa misma razón, no están disponibles aún para la distribución en este sector.
Por último, habrá que estar atentos a la posibilidad de una tercera dosis para las vacunas de Pfizer y Moderna, ya que, si en seis meses el gobierno no ha terminado de inocular a los grupos de edad que tiene programado, significará un reto adicional el aplicar el refuerzo de esas vacunas. Sin embargo, en caso de que llegue la vacuna Johnson & Johnson, que es de dosis única, el proceso seguramente se aceleraría.
Definitivamente, la vacuna contra el COVID-19 representa un gran paso hacia la “normalización” de nuestras vidas, pero también es cierto que todavía estamos en medio de dos realidades contrastantes: por un lado, la de la esperanza revivida en quienes pueden y han podido acceder a ella y, por otro, la de aquellos países o personas que se ven obligados a seguir esperando.
[1] El 18 de marzo y el 1 de abril llegaron a México embarques de 1.5 millones y 1.2 millones de dosis, respectivamente, de la vacuna AztraZeneca, donadas por el gobierno estadounidense.
Quienes no estén vacunados, ya sea porque no pueden o porque no quieren, podrán preguntarse ¿por qué esas personas que sí están vacunadas pueden hacer algo que yo no?
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