México intenta contrarrestar presiones inflacionarias

El último aumento –también de 50 bps- sucedió días después de la elección de Donald Trump como próximo presidente de EEUU. Fue una decisión que se tomó como una medida de precaución ante las presiones inflacionarias provocadas por el tipo de cambio, y en un esfuerzo por evitar la fuga de capitales de nuestro país, esenciales para financiar el déficit que actualmente concierne a las finanzas públicas mexicanas.

Janet Yellen, presidenta de la Fed, anunció ayer que prevé un aumento de por lo menos 75 puntos base durante 2017, lo que obligaría al Banco de México a mantenerse en un nivel por lo menos simétrico. Y aunque la medida de política monetaria es la misma, los objetivos en ambos países son contarios.

Mientras que la Reserva Federal busca apuntalar un 2% de inflación a corto y mediano plazo como señal del crecimiento de su economía, el Banco de México intenta mantenerla debajo del nivel histórico de 3%. Un dólar encarecido, así como la tendencia alcista de los precios internacionales de los energéticos y las materias primas son factores que Banxico deberá tomar en consideración en el corto plazo.

Los efectos de los graduales aumentos en la tasa de interés se han extendido al mercado de crédito. La tasa de interés promedio de los créditos automotrices asciende a 13%, mientras que la tasa de interés promedio en los créditos hipotecarios este año fue de 10.24%. La tasa de créditos bancarios ha pasado de un rango de entre 8 y 8.3% a un máximo de 8.4%, según el plazo del financiamiento.

Durante 2016, Banxico ha logrado mantener el estatus de México como destino atractivo para la inversión. Prueba de ello son las exitosas rondas de licitaciones en hidrocarburos que se han llevado a cabo en semanas recientes.
Es probable que dicha política monetaria continúe su curso durante 2017, independientemente del proceso de transición que atravesará Banxico cuando Agustín Carstens ocupe su cargo en el Banco de Pagos Internacionales en agosto.