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Mercados de PPA, ¿creación o destrucción de valor?

Tras la declaración de emergencia climática del parlamento europeo, Úrsula von der Leyen, actual presidenta de la Comisión Europea, presentó a finales del año pasado el denominado Pacto Verde Europeo que, si bien es una hoja de ruta que se tendrá que desarrollar, tiene como ambicioso y principal objetivo reducir a cero las emisiones netas de dióxido de carbono en 2050, tomando la Unión Europea el liderazgo de la transición energética.

A nivel del Estado, el nuevo Gobierno también tiene previsto reforzar su ambición en la lucha contra el cambio climático, y ha anunciado la futura aprobación de la Ley de Cambio Climático y Transición Energética y del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima.

El País Vasco no es ajeno a este debate y se encuentra en un proceso de reflexión en torno a su estrategia energética que, como ya se ha adelantado, tendrá unos objetivos más ambiciosos que el vigente, llegando – entre otros objetivos – a una cobertura del 32% de la demanda de energía con fuentes renovables para el año del 2030.

Para cumplir estos objetivos es prioritario abordar la descarbonización de la economía, sustituyendo al petróleo y al carbón por la electricidad generada con renovables y con el gas natural como energía de transición.

Para ello habrá que apoyarse, desde el punto de vista de generación, en tecnologías maduras que ya son plenamente competitivas, como la eólica y la solar. Y dado que éstas no son gestionables por la intermitencia del recurso (sol, viento), será necesario contar con generación de respaldo para mantener la seguridad y competitividad del suministro eléctrico. Siendo necesario aprovechar la capacidad de respaldo actual para mantener el coste de generación en niveles admisibles para los consumidores finales.

Adicionalmente, es necesario continuar con la inversión e innovación en nuevas tecnologías que, como el almacenamiento de energía, presentan perspectivas prometedoras y son imprescindibles para la descarbonización completa del mix de generación del futuro.

Sin embargo, tenemos que ser conscientes que no solo debemos concentrar el esfuerzo en el sector eléctrico, que representa un 20% de las emisiones. Sino que gran parte del esfuerzo para descarbonizar completamente la economía se debe poner en la demanda final, procediendo a su electrificación y fomentando la eficiencia energética para adoptar modelos sostenibles que permitan seguir desacoplando la demanda de energía de nuestro crecimiento económico. En esta línea, hay sectores sobre los que se debe actuar de forma prioritaria.

En el sector transporte, responsable del 25% de las emisiones GEI y del 42% de la demanda de energía final, la solución pasa por un esfuerzo de renovación del parque de turismos que permita la electrificación progresiva del mismo y por el desarrollo del cambio modal a ferrocarril eléctrico y el gas natural vehicular para el transporte pesado de mercancías. Por otro lado, serán una palanca de competitividad muy relevante. Por ejemplo, un vehículo eléctrico es de 3 a 4 veces más eficiente que un vehículo convencional comparable, y un ferrocarril de mercancías eléctrico es 4 veces más eficiente que un camión convencional.

En el sector edificación, nos encontramos con el reto de superar las barreras existentes para actualizar energéticamente nuestro parque de edificios. Sin embargo, para conseguir reducir su consumo energético es imprescindible abordar su renovación, rehabilitación o una combinación de ambas. Siendo necesario priorizar actuaciones como la sustitución de equipos térmicos por otros más eficientes (bomba de calor eléctrica o caldera de gas natural de condensación).

En lo que respecta al sector industrial, tan relevante en Euskadi, el foco en la transición debería estar en promover el cambio de vector energético (electrificación y gasificación) y la eficiencia energética, identificando aquellos subsectores y procesos con mayor potencial de descarbonización, mientras se garantiza la competitividad del sector. Dada la criticidad de este sector, debe realizarse una transición energética paulatina sin incrementar riesgos de pérdida de competitividad o deslocalización de las empresas industriales.

Por otra parte, no podemos olvidar las redes eléctricas, y en especial de la distribución eléctrica, que juegan un papel fundamental en la integración de la generación renovable y en facilitar la evolución hacia un sistema eléctrico más descentralizado, en el que la generación distribuida será fundamental. Adicionalmente, siendo un entorno regulado, es necesario garantizar la rentabilidad de las inversiones para la evolución y digitalización de la red.

Como se puede observar, activar esta transformación requerirá cuantiosas inversiones. Las cuales representan una oportunidad, ya que éstas se realizarán en sectores con alta impacto en la generación de riqueza y empleo. Algo en lo que Euskadi es líder a nivel internacional gracias a la firme apuesta del tejido empresarial por estar presente en toda la cadena de valor.

Como conclusión, este proceso de transición energética es un reto y una necesidad para nuestra sociedad, pero es una clara oportunidad para que Euskadi desarrolle una economía más competitiva generando al mismo tiempo riqueza para el sector industrial vasco.

Para ello, será un factor fundamental concienciar a la sociedad de la necesidad de transformar el modo en que usamos la energía, apoyándose en la sensibilidad social que se ha generado en los últimos años en relación con la emergencia climática.

Tribuna de Jaume Pujol, socio de Financial Advisory de Deloitte, publicada hoy en El Economista