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Perspectivas
Alimentos frescos, los preferidos en México
En nuestro país, la mayor parte de los consumidores se inclina por la compra de productos perecederos antes que por los empaquetados o congelados. ¿A qué se debe esto y que representa para la industria alimenticia nacional?
En entrevista con Salvador Sánchez, Socio Líder del sector Agroindustrial en Deloitte Spanish Latin America.
Si hay algo que caracteriza a México es su variedad alimentaria. Gracias a sus diversos climas y geografías, en el país se produce una extensa gama de alimentos, entre los que destacan aquellos que mantienen sus cualidades naturales hasta el momento en el que son consumidos por las personas.
En buena medida, estas cualidades de los alimentos, así como ciertas dinámicas en el mercado interno nacional, hacen que los alimentos frescos figuren entre las preferencias de los consumidores nacionales. Esto queda claro en los resultados más recientes del Tablero del Consumidor de Deloitte, el cual da a conocer que 50% de los consumidores mexicanos destina la mayor parte de su gasto en alimentos, a productos frescos.
Según el mismo Tablero, dichos consumidores planean destinar alrededor de $264.00 pesos a la compra de alimentos frescos, cantidad que contrasta con lo que planean gastar en alimentos empacados ($101.00 pesos) y congelados ($69.00 pesos).
Para conocer las razones por las cuáles se distribuye de esta forma el
gasto de los consumidores, así como para saber lo que esta preferencia
representa para la industria alimentaria nacional, entrevistamos a nuestro
Socio Líder del sector Agroindustrial den Deloitte Spanish Latin America,
Salvador Sánchez.
¿A qué factores atribuirías el mayor interés y preferencias de los consumidores mexicanos por adquirir alimentos frescos?
Existen diversos factores que pueden incidir para que los consumidores de nuestro país tengan cierta predilección por los alimentos frescos, es decir,
por aquellos que conservan, durante un periodo corto de tiempo, sus características naturales.
Por un lado, la mayoría de las personas considera que los alimentos frescos son más nutritivos que los empacados o congelados, ya que estos últimos, al ser sometidos a diversos procesos, pierden sus propiedades (desde el sabor, hasta la textura y consistencia). De hecho, podríamos asegurar que la principal característica que buscan los consumidores en los alimentos es la frescura y lo podemos reafirmar con la publicidad de muchos productos, la cual insiste en destacar dicha cualidad.
Por otra parte, se debe tener en cuenta que, en nuestro país, una gran cantidad de canales de distribución, pequeños y que forman parte de la informalidad, permiten la compra-venta de productos alimenticios, al día. En países como los Estados Unidos, dicha situación es muy distinta ya que, para productos como el huevo, por ejemplo, se debe contar con cadena de frío, es decir, un conjunto de procedimientos que asegure, mediante temperatura controlada, el correcto almacenamiento y distribución de ese alimento.
¿Cómo impacta esta situación a la industria alimentaria nacional y que retos le significa? ¿Qué pasa, por ejemplo, con los segmentos de los empacados y congelados?
A raíz de la pandemia, surgió una dinámica relevante en torno al consumo
de alimentos: la conveniencia. Hasta antes de la aparición del COVID-19, muchas personas solían ir al mercado o a la tienda prácticamente todos los días para adquirir productos frescos, pero ante la contingencia sanitaria, los consumidores prefirieron comprar productos que fueran fáciles de almacenar y preparar.
Esto, sin duda, fue un ajuste que impactó a los hábitos y preferencias
de los consumidores, y, en ese sentido, muchos productores de alimentos
congelados y empacados vieron esto como una oportunidad de mercado; sin
embargo, conforme ha transcurrido la pandemia, el interés de las personas por los alimentos frescos volvió a crecer.
Tal vez, para algunas empresas del sector alimentario, el recurrir al empacado o congelamiento de sus productos, podría significar una pérdida de mercado, ya que, como mencionamos, muchos consumidores prefieren los alimentos frescos; sin embargo, no hay que perder de vista que, con dichos procesos, también se generan beneficios, entre ellos, el ahorro en mermas de la producción o una mayor permanencia de los productos en los anaqueles de establecimientos comerciales.
¿Cómo pueden las empresas del sector aprovechar esta tendencia? O bien, ¿cómo pueden adaptarse a ella?
Las marcas, sin duda, tienen que adaptarse a los nuevos hábitos de consumo. Por una parte, aquellas que manejan productos frescos, pueden mantenerse en esa línea y, apostar por migrar una parte de su producción a la línea de empacados. Es decir, pueden explotar la marca y llevarla incluso a etiquetas, charolas, mallas, etcétera.
Sin embargo, para todas las marcas, ya sea de productos alimenticios frescos o congelados, que busquen desarrollar nuevos procesos y dar ‘el salto’ hacia nuevos productos, es importante desarrollar estrategias basadas tanto en un análisis de los factores de consumo en su segmento, como en una evaluación de sus capacidades de producción.
Desde tu perspectiva, ¿esta preferencia por los alimentos frescos es solo resultado de la pandemia o consideras que es una tendencia que prevalecerá en el largo plazo?
Pienso que se trata de una tendencia que permanecerá en el largo plazo y eso es algo que también han confirmado diferentes estudios, desde hace tiempo. Si analizamos el caso específico de Mexico, notaremos que no se alinea a las macrotendencias que existen en otros países de América.
Particularmente, el clima que tenemos en territorio nacional nos favorece mucho para detonar y mantener, en el largo plazo, la industria de los alimentos frescos, ya que permite contar con una cosecha muy limpia de frutas y hortalizas. Esto también se debe al desarrollo de nuevas tecnologías agrícolas, a los invernaderos y a tendencias como la hidroponía.
Por último, ¿qué desafíos crees que siguen existiendo para el sector alimentario en México?
Me parece que el principal desafío será adaptarse a los hábitos de consumo de las nuevas generaciones. Los consumidores más jóvenes tienen otras formas de pensar y de actuar, las cuales van redefiniendo, constantemente, la demanda de productos y de servicios. Por ello, las marcas deben estar atentas a las necesidades y exigencias que surjan en el mercado.
De la mano de ese reto, viene otro: el de la sostenibilidad, ya que cada vez hay una mayor conciencia sobre las responsabilidad ambiental y social que deben tener tanto los consumidores como las empresas. Ciertos sectores de la población, sobre todo los de mayores ingresos, valoran mucho que los empaques de los productos sean ecológicos.
Finalmente, se tendría que seguir desarrollando tecnología para impulsar
la producción agroalimentaria, pero, al mismo tiempo, trabajar en una
regulación gubernamental para evitar malas prácticas que pudieran dañar a la
industria.
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